Los diablos vigilan París. Unos con burla, otros con fiereza, e incluso alguno temeroso ante tan bella urbe. Esa es la impresión que me llevé al subir a lo alto de la catedral de Notre Dame, a la galería de las quimeras o gárgolas, donde podemos observar unas de las estatuas más peculiares del mundo, y con un fondo de excepción: la Torre Eiffel, el Sena… En definitiva, la ciudad de la luz.
Estirga burlona mirando París
Tan sólo 387 escalones separan la calle de este estrecho pasillo entre ambas torres de Notre Dame, que llegan hasta los 69 metros de altura. Todo un hito para el gótico francés del siglo XII, consiguiendo ser el edificio religioso más alto de occidente, tras los 170 años que duró su construcción.
Con la emoción por ver en persona las quimeras, monstruosas estatuas que habitan lo alto de la catedral, el camino de desgastados escalones me pareció muy corto. Por fin, tras los innumerables giros de la mareante escalera de caracol, se veía la luz. Estaba a 46 metros de altura sobre París, al lado de diablos, demonios, trasgos, harpías, grifos y turistas, cámara en mano. Un grupito venido del mismísimo averno que ahí está, petrificado sobre el florido balcón de la catedral, mirando impasible cómo se desarrolla la vida bajo sus pies.
La primera quimera que me da la bienvenida, que no gárgola (estas son las estatuas que permiten evacuar agua de lo tejados, y proviene de la palabra gárgaras; en Notre Dame hay también muchas y muy bonitas, pero las de esta galería son sólo monstruosas estatuas grotescas o quimeras), es la archiconocida estirga burlona, que mira a lo lejos y saca la lengua en burla a la estatua de Carlomagno y a la universidad de la Soborna, al poder y a la ciencia, como si todo lo pudiera y todo lo supiera. Igual sólo se burla de nosotros, por estar bajo sus pies, y por tener el privilegio de observar todos los atardeceres desde tal posición.
Catedral de Notre Dame
Gárgola
Quimera tras los florones
Estirga burlona
Torso de una quimera
Cada curva del serpenteante pasillo, así como los niveles inferiores, están rematados por una de estas grotescas figuras, llegando a conformar una gran familia de 54 bestias, todas interrelacionadas entre sí. Sobre su significado, mucho se ha escrito, y poco se sabe desde que en la restauración de 1845 el arquitecto Viollet-le-Duc y Lassus crearan el pasillo entre las torres con estas figuras, criticadas en su momento por su estilo neogótico y veneradas en la actualidad.
Esta profunda restauración de Notre Dame quería arreglar los grandes daños sufridos por el edificio en la revolución francesa de 1789, y venía auspiciada por el novelista Víctor Hugo, que, con su exitosa novela Nuestra Señora de París (1831) protagonizada por Quasimodo y que adaptaría tiempo después Disney, iniciaba una importante campaña a favor de proteger y mantener el patrimonio, generando mayor interés por la Edad Media y sus monumentos. Según el escritor, las torres de Notre Dame son un “conjunto maravilloso y armónico“.
Pasada la estirga burlona, emblema fotográfico de París, nos encontramos con diferentes aves, algunas parecidas a águilas y otras a cuervos. Según nos cuenta Fulcanelli en su libro El misterio de las Catedrales, que algunos dicen que se trata de una guía de alquimia a través de la interpretación de Notre Dame, el cuervo junto al ave “monja” tiene la mirada orientada hacia la columna donde está oculta la famosa piedra filosofal. Mito o realidad, catedrales como Notre Dame tienen tanta historia entre sus paredes y sobre ellas que harían falta varias vidas para conocerlas todas.
Diablillo concentrado
Diablillo asustado
En la galería de las quimeras
Águila comiendo uvas
Diablo vigilando París
En medio de ambas torres, observamos el techo de la nave central, profusamente decorado, así como unas cuantas quimeras de lo más peculiares. Por un lado, la parte más animal, con el elefante pigmeo y el pelícano anclado por el pico, ambos recreados con gran detalle; y por otro, la parte más macabra, con el demonio de torso humano y cabeza bestial devorando lo que se dice que es un cabrito (a mí me parece una persona), o el humanoide con gran lengua, que sin duda es el Lagarto de Spiderman.
A lo lejos se pueden observar unos curiosos grupos, como el del mago con sus dos amigos felinos, o el de otro humanoide que parece estar convirtiéndose en el águila que lo flanquea. Todos ellos escuchan con más o menos atención al ángel flautista, rematando la nave central.
Sin duda, unas escenas de lo más perturbadoras e indescriptibles, llenas de misterio, asombrosas, que diría Iker Jiménez.
Lagarto de Spiderman
Pelícano
Elefante
Diablos burlones
Demonio devorando a un humano o un animal
Volviendo a la fachada principal, nos encontramos con muchos más diablos, y entre todos ellos destaca el más cornudo, mirando desafiante a la Torre Eiffel y a todos los que caminan por la plaza del atrio, esperando el momento adecuado para lanzar la piedra que sujeta con ambas manos. A mí, sin embargo, el que más me gustó (a parte del diablo burlón) fue el joven diablillo asustado que observa la ciudad con asombro desde la última curva, como si no se creyera cómo ha cambiado París en los más de 150 años que lleva viéndola.
Esta asustada figura marca el final del pasillo de las quimeras, pero no del recorrido por las torres de Notre Dame, ya que todavía nos queda subir hasta lo alto del campanario de la torre sur, visitando la gran campana mayor del siglo XVII, llamada “Emmanuel”. La cúspide de la catedral nos ofrece unas vistas panorámicas inmejorables de toda París, que tenemos que disfrutar en los escasos 5 minutos que nos permiten estar aquí, lejos de la compañía de las quimeras.
Águila y cuervo monja
Quimeras de Notre Dame
Diablo olisqueador
Las quimeras observan
Diablo observando París
La visita llega a su fin, teniendo que bajar esta vez más de 400 escalones, y dejando a las quimeras y gárgolas con su eterno trabajo de proteger la catedral de los malos espíritus, mientras nosotros, simples mortales, nos seguimos divirtiendo con sus expresiones y preguntándonos qué hacen ahí arriba. ¿No se aburrirán viendo siempre lo mismo? Es París. No.
Visita las quimeras y las torres de Notre Dame:
Horario: Abierto todos los días
1 de abril a 30 septiembre: 10:00 a 18:00. Sábado y domingo de 10:00 a 23:00
1 de octubre a 31 de mayo: 10:00 a 17:30.
Tarifa: Adultos: 8,50€. Reducida 5,50€. Gratuita menores de 18 años, europeos entre 18-25 años.
En París todo tiene un aire bohemio que la hace única. Será su monumentalidad atemporal rematada siempre por estatuas doradas, las chicas con boina que se dejan entrever de vez en cuando, los acordeones que inundan con sus melancólicas notas los callejones, las crepes de chocolate que siempre apetece llevarse a la boca, o que es la única ciudad del mundo atravesada por el río Sena.
En la ribera del Sena
Simplemente es un río, pensarás, pero gracias a él, París es la ciudad que podemos visitar hoy en día. Cuando el pueblo galo de los parisios se asentó sobre el 200 a.C. en la Île de la Cité, una de las pequeñas islas que abraza el Sena, bien sabían que éste era un punto estratégico ideal para protegerse de los atacantes. Siglos después, esta isla es el centro de París y de Francia, pues a los pies de la Catedral de Notre Dame encontramos el punto de origen de todas las carreteras francesas.
Si las piedras de la Île de la Cité hablaran, nos podrían contar toda la historia de París. Impresionan los grandes palacios como la Conciergerie, también llamado Palais de la Cité, que fue residencia de los reyes franceses entre el siglo X y XIV, para reconvertirse en 1392 en la prisión del estado. Entre sus muros estuvo presa la reina María Antonieta antes de ser guillotinada en 1793, así como muchos otros políticos de la época, como los veintiún diputados girondinos o Maximilien Robespierre. En 1914, por fin dejó de ser una cárcel. Es posible visitar la celda de María Antonieta, así como algunas salas que se mantienen intactas, y no debemos perdernos el gran reloj que adorna la fachada próxima al Pont au Change.
Celda de María Antonieta
Santa Capilla
Quimera vigilando París y el Sena
Velas en Notre Dame
Gente disfrutando del Sena
A pocos metros se encuentra uno de esos tesoros bien escondidos y que no muestran su belleza hasta que estamos en su interior. Se trata de la Sainte-Chapelle (Santa Capilla), una pequeña capilla anexa al actual Palacio de Justicia y cuyo piso superior está completamente formado por vidrieras, formando una sinfonía de color como nunca antes había visto en lugar semejante. Dicen que es la obra cumbre del periodo radiante del estilo gótico, y creo que razón no les falta, sin haber visto todas las demás construcciones de esa época.
Nada hay más colorido que las flores, que podemos encontrar por cientos en el Marché aux fleurs (Mercado de las Flores). Rosas, kalanchoes, claveles, pensamientos, begonias, mandarinas enanas, aquí encontraremos de todo. Imprescindible ir con la nariz bien abierta para descubrir nuevos aromas y disfrutar con este pequeño jardín botánico, donde todas las plantas están a la venta.
Por supuesto, no podemos irnos de la Île de la Cité sin visitar Notre Dame y saludar a las quimeras que observan todo lo que pasa en París, así como pasar sobre el Pont Neuf (Puente Nuevo), que curiosamente es el más antiguo de París, y el Pont de l’Archevêché (Puente del Arzobispo), repleto de candados al igual que el Pont des Arts (Puente de las Artes). Cómo no, incluso una parada de metro cercana al Sena es especial, como demuestra la estación steampunk de la Cité, que nos traslada inmediatamente a los metálicos años 20.
Mercado de las flores
Recién casados en el puente del Arzobispo
Ribera del Sena
Estación de metro de Cité
Barcos vivienda en el Sena
Cruzando cualquiera de los puentes que unen la isla con el resto de la ciudad, nos encontraremos con alguno de los 245 bouquinistes o libreros de viejo, los puestos verdes en los que se venden libros de segunda mano en la ribera del Sena. Si queremos rebuscar ese ejemplar único, nada mejor que acercarse a la librería Shakespeare & Co, en la entrada del barrio Latino, un laberinto de callejuelas medievales repleto de restaurantes y puestos de souvenirs que logra mantener su estilo propio a pesar de las hordas de turistas.
La orilla del Sena opuesta al barrio Latino es diametralmente diferente. De los callejones pasamos a las amplias avenidas, con edificios tan monumentales como el Hôtel de Ville (sólo en París se les ocurre llamar así al ayuntamiento), el Théâtre de la Ville y el Théâtre del Châtelet. Siguiendo el sentido del sol, hacia el oeste, llegaremos al museo de arte más visitado del mundo, el museo del Louvre, hogar de la Gioconda, la Venus de Milo, y otras 35.000 obras de arte.
Este mastodóntico museo es para tomárselo con calma, y a ser posible visitarlo en varios días, pues con tanta gente como pasa por allí (es el museo de arte más visitado del mundo), y con tantos cuadros en las paredes, es fácil saturarse a las pocas salas. Una de las zonas que no me perdería es el apartamento de Napoleón III, que más que un apartamento, es medio palacio.
LIbrería Shakespeare & Co
Vendedor de libros de viejo
Turistas en el barrio Latino
Salón del apartamento de Napoleón III
Museo del Louvre
El Jardin des Tuileries, que une el Louvre con la plaza de la Concordia, presidida por el obelisco, es uno de esos lugares con pura esencia parisina. Los geométricos jardines, los gorriones que sobrevuelan las estatuas, los caminos de grava y los pequeños cafés, invitan a sentarse en una de las sillas metálicas, preferiblemente las que tienen forma de tumbona, y ver cómo discurre la vida en París.
Si queremos seguir viendo arte, tenemos la antigua estación de tren de Orsay reconvertida en museo en la orilla sur, y si nuestra intención es la de seguir visitando palacios, nada mejor que el Petit Palais y el Grand Palais. Como sus propios nombres indican, uno es pequeño y el otro grande, y ambos enormemente bonitos. Son un buen contrapunto para otro edificio faraónico de tantos como hay en París: el Palacio Nacional de los Inválidos (o Invalides), actual museo del ejército, donde se encuentra la tumba de Napoleón Bonaparte.
Visitar los Invalides es una excusa igual de buena que cualquier otra para cruzar el Pont Alexandre III (Puente Alejandro III), uno de los más ornamentados que hay sobre el Sena (y eso que la competencia es muy fuerte).
El Pont de l´Alma (Puente del Alma) es el punto de partida de gran parte de los cruceros que hay por el Sena, conocidos popularmente como Bateaux Mouches, por el nombre de la empresa más antigua que ofrece estos pequeños recorridos. Son una buena forma de ver la ribera del Sena desde otra perspectiva, y de visitar la mayoría de los puentes rápidamente.
Jardín de las Tullerías
Fotografiando la tumba de Napoleón Bonaparte
Armaduras del museo del Ejército
París y el Sena desde la Torre Eiffel
Puente de Alejandro III
Trocadero desde la Torre Eiffel
Ya sólo nos queda el emblema de París, la Torre Eiffel. Con sus 324 metros de altura, es el edificio más alto de la ciudad, y el monumento más visitado del mundo. Desde lo alto, las vistas son magníficas y nos permiten ver por qué el Sena es tan especial. Desde los orígenes de la ciudad en la Île de la Cité, con Notre Dame como máximo exponente, hasta la atemporal Torre Eiffel, todo París se desarrolla a lo largo de este río que no se sabe muy bien qué color tiene. Verde como los jardines de las Tullerías, plomizo como los tejados de París, azul como los pocos días sin nubes que hay, o dorado como esos atardeceres que sólo se ven en la ribera del Sena.
La Conciergerie
Horario: de 9:30 a 18:00
Tarifa: adultos 8,50 €, reducida 5,50 €
Sainte-Chapelle
Horario: marzo a octubre de 9.30 a 18:00. Noviembre a febrero 9:00 a 17:00.
Tarifa: adulto 8,50€, reducida 5,50€
Mercado de las Flores
Horario: 10:00 a 19:00 todos los días
Catedral de Notre Dame
Iglesia. Entrada gratuita. De 8:00 a 18:45.
Torres de Notre Dame: 1 de abril a 30 septiembre: 10:00 a 18:00. Sábado y domingo de 10:00 a 23:00
1 de octubre a 31 de mayo: 10:00 a 17:30. Adultos: 8,50€. Reducida 5,50€. Gratuita menores de 18 años, europeos entre 18-25 años.
Cripta de Notre Dame: 10:00 a 18:00. Cerrado los lunes. Adultos 6€, reducida 4,5€
Cruceros en barco por el Sena Bateaux Mouches.
Horario: abril a septiembre de 10:15 a 22:30. Octubre a marzo de 11:00 a 21:20.
Tarifa: Adulto 13,5€, reducida 5,5€. Niños menores 4 años gratis.
Torre Eiffel
Horario: 15 junio a 1 septiembre de 9.00 a 00.45. Resto del año 9.30 a 23.45.
Tarifa: adulto hasta la cima, 15€. Reducida hasta la cima 10,50€. Escalera 2ª planta 5€
Las ciudades castellanas que carecen del apellido Patrimonio de la Humanidad son unas grandes olvidadas, muchas veces denostadas hasta el nivel de resultar un mero lugar de paso, para comer o cenar. Albacete es una de estas provincias, y ciudad de la que sólo se conocen las navajas y las tapas, pero basta con salir un poco de la autopista para toparse con lugares realmente asombrosos: tanto pueblos, como rincones naturales.
Campos de trigo
El primer lugar que no deberíamos dejar de visitar es la villa de Chinchilla de Monte-Aragón, tierra natal de Constantino Romero que, encaramada en lo alto de la colina, vigila el llano desde tiempos romanos, cuando por aquí transitaban las caravanas que seguían la Vía Augusta en su camino entre Cádiz y los Pirineos, para llegar hasta la capital del mundo conocido: Roma. Su fortaleza es testigo de toda la historia que tuvo lugar en estas tierras, con restos romanos, árabes, godos y cristianos entre sus muros. No es para menos, pues las vistas desde ahí arriba son muy buenas para el arte de la estrategia del mismo modo que para el de la fotografía.
La peculiar disposición de Chinchilla, en cuesta, hizo que la parte llana se empleara en los edificios más importantes, como son la plaza mayor, el ayuntamiento, la Iglesia Arciprestal de Santa María del Salvador, y palacios como el de López de Haro. Si nos fijamos bien, podemos ver indicios de la muralla que rodeaba antaño toda la villa, antes de su crecimiento en tiempos modernos. Son estos lugares como el arco bajo el ayuntamiento, antigua puerta de la muralla, que guarda una sorpresa tan singular como, en este caso, las llaves de la ciudad.
Plaza mayor de Chinchilla de Monte-Aragón
Puerta principal del castillo de Chinchilla
Rincones de Chinchilla
El llano desde Chinchilla
Recorriendo su laberinto de calles no tenemos que olvidarnos de mirar hacia arriba, hacia esos escudos sobre las puertas principales que indicaban a qué familia pertenecía la casa o palacio, y que, por supuesto, cuanto más grande era su representación, más poderosa era la familia.
A los pies del castillo, en la parte más abrupta, nos encontramos con viviendas excavadas dentro de la montaña, recordando a las casas cueva de Granada o de Arguedas. Blancas, con muchas flores, los nombres de sus propietarios seguro que nos sacan una sonrisa: cueva el Tío Jilito, cueva de la Pocha, topera de El Abuelo, cueva del Carlampio… Apodos y nombres de lo más curiosos para los habitantes de la antigua capital de la provincia, hasta que en 1833 la capitalía se traslada a la recién creada ciudad de Albacete, a apenas 15 kilómetros, donde no prima la posición estratégica, sino la facilidad para acceder a ella.
Cueva el tío Jilito
Alejándonos de Albacete ciudad unos cien kilómetros hacia el sur, encontramos uno de los enclaves naturales más bonitos de la provincia: el Parque Natural Calares del Mundo y de la Sima. Yeste es uno de los pueblos más interesantes de la zona, por su mezcla entre historia, patrimonio y naturaleza.
Destaca, sin duda, el castillo musulmán del siglo XII que también vigila el pueblo desde lo alto. Se puede subir hasta la torre del homenaje y visitar su interior, en el que encontraremos varios museos con la historia de Yeste, del castillo y de la vida rural en la zona, muy marcada por la frondosa sierra que lo rodea. Como no podía ser de otra forma, en una fortaleza como esta, que resistió a lo largo de 300 años los ataques musulmanes durante la Reconquista, las vistas son soberbias.
Hay una historia curiosa sobre este castillo: En tiempos cristianos, lo administraba la Orden de Santiago, la cual no se llevaba muy bien con los Franciscanos Descalzos, residentes del cercano convento de San Francisco (también en Yeste), por lo que había constantes disputas para conseguir la limosna de los fieles, embelesándolos como mejor podían para hacerse con ellas. Al final, ninguno de los dos resistió tantos conflictos y ambos desaparecieron de Yeste.
Otro lugar destacable de la villa, a parte de su entramado de estrechas calles, en los que hallamos rincones muy peculiares, es la Iglesia de la Asunción, actualmente en restauración. La iglesia es sencilla, pero consta de dos naves, al haber sido ampliada en el siglo XVI, así como de unos retablos y unas catacumbas que bien merecen una visita.
Castillo de Yeste
Ventana en el castillo de Yeste
Claustro del convento de Yeste
Virgen protegida
La sierra desde Yeste
Muy cerca de Yeste está el lugar que más me sorprendió de Albacete, y que no es otro que el nacimiento del Mundo, del río Mundo. Un lugar sin igual cerca del pueblo de Riopar al que acceder cruzando el Embalse de la Fuensanta, 780 hectáreas de agua turquesa ideales para practicar deportes como el piragüismo de aguas tranquilas o navegar en velero, o simplemente disfrutar del entorno natural en los días más soleados.
Embalse de Fuensanta
Piragüismo en el embalse de Fuensanta
Unos cuantos kilómetros después llegamos al parking del nacimiento del río Mundo, y se nota el cambio del paisaje. De las montañas cubiertas de pinos, pasamos a ver otras especies, como encinas, sauces, fresnos, y así hasta 35 especies endémicas de la zona, que se refugiaron en esta zona de las glaciaciones. El camino de tierra nos conduce rápidamente hasta el río Mundo, salpicado por pequeños saltos, llegando pocos metros después a los pies de una de las cascadas principales, desde la que ya se divisa el verdadero nacimiento, 300 metros sobre nuestras cabezas.
El sendero se estrecha y asciende rápidamente por la ladera de la colina, hasta situarnos en frente del mismísimo nacimiento del río Mundo, cuyo nombre no tiene nada que ver con el sustantivo que se refiere a nuestro planeta (en latín, mundus), sino con sus aguas limpias, claras, procedentes del adjetivo latino mundo, contrario de inmundo. El agua fluye sin cesar de la cueva, que dicen se adentra más de 30 kilómetros en la montaña, y cuya visita es posible con el equipo adecuado. La mejor época para maravillarse con estas cascadas es en primavera, cuando la acumulación de agua y la singularidad del terreno kárstico crea, cómo no, un extraño fenómeno denominado “reventón”, siendo el momento en que más agua se ve salir de la cueva para precipitarse al vacío. Un lugar único, debido al río y al entorno de tan peculiar nacimiento, en forma de circo romano.
Montes del Parque Natural
Río Mundo
Nacimiento del río Mundo
Cascada del río Mundo
Admirados los tesoros naturales del Parque Natural Calares del Mundo y de la Sima, volvemos cerca de Albacete. Atrás quedan las saltarinas aguas del río Mundo, para dar paso a las lagunas saladas de Pétrola, donde las tranquilas aguas son un excelente lugar para la vida de numerosas aves acuáticas, como flamencos, patos colorados, garzas reales, etc. Podemos observarlas desde alguno de los miradores instalados, o incluso desde la carretera, que pasa a escasos metros de una de las lagunas.
En primavera es cuando más fauna encontraremos en la zona, y los atardeceres desde aquí son simplemente espectaculares.
Flamencos en la laguna de Pétrola
Lagunas de Pétrola al atardecer
Para terminar este recorrido por la provincia de Albacete, nada mejor que ir hasta la propia Albacete: ciudad moderna, sin apenas casco histórico como el que estamos acostumbrado a ver en villas milenarias. No obstante, hay unos cuantos lugares muy interesantes para visitar. Siguiendo con el recorrido natural, el Jardín Botánico de Castilla la Mancha es un buen escaparate de toda la flora y vegetación que podemos encontrar en la comunidad autónoma. Dividido en 4 grandes áreas con 30 micromundos, sus 8 hectáreas dan cabida a 200 especies endémicas de Albacete y en sus invernaderos hay curiosidades tan vistosas como plantas carnívoras, helechos que se creían extintos y cuya especie se remonta a hace más de 200.000 años, o recreaciones de otros ecosistemas como el desértico o tropical. La entrada es gratuita, y para disfrutarlo en toda su magnitud es aconsejable hacer una visita guiada, para ver la importancia de las especies que aquí se mantienen.
Jardín botánico de Castilla la Mancha, jungla
Parque de Abelardo Sánchez
El gran parque del centro de Albacete, el de Abelardo Sánchez, además de ser el pulmón de la ciudad y lugar de esparcimiento de sus habitantes bajo la fresca sombra de sus altos árboles, atesora en su interior el Museo Arqueológico Provincial. Dicho museo expone piezas tan peculiares como las muñecas de Ontur (juguetes romanos encontrados en la tumba de una niña), detalladas esculturas íberas, mosaicos y monedas romanas, así como muchas otras piezas de la Antigüedad encontradas en la provincia. La parte más moderna del museo contiene una exposición del artista local Benjamín Palencia, así como otras obras de arte contemporáneo.
Museo de la provincia de Albacete
Lámpara árabe para aceite
Escultura íbera
Monumento al cuchillero
Descubrir Albacete es muy sencillo. Desde el parque Abelardo Sánchez seguimos la calle Ancha (Calle de Tesifonte Gallego), y la gran cantidad de palacios y edificios altamente ornamentados (clara señal de que nos encontramos en el centro). Hay lugares únicos, como el modernista Pasaje de Lodares, una galería comercial que recuerda a las que tanto abundan en París, pero no en España, con sólo tres además de ésta (aquí encontraremos una de las tiendas de navajas más típicas); la céntrica plaza del Altozano, donde se emplazaron el antiguo ayuntamiento y el mítico monumento al cuchillero, señal inequívoca de Albacete; o la plaza de la catedral, con el consabido templo, el llamativo museo del cuchillo y el nuevo ayuntamiento.
Seguro que en este breve recorrido por el centro de la ciudad no se nos pasa por alto el gentío de la calle Concepción y la calle Mayor, epicentro del taperío y parada inevitable del viajero a cualquier hora del día, tanto para llenar el estómago como para disfrutar de los platos típicos locales, por ejemplo el atascaburras, el ajo matero, la perdiz, la olla de aldea (ideal en invierno!), la berenjena y calabacín con miel… En cuanto a bebidas: multitud de cervezas artesanas como La Nena.
Pasaje de Lodares
Despedida de soltero en Albacete
Noche de tapas
Noche de fiesta
Con las pilas cargadas a tope, podremos zambullirnos en la fiesta que dura siempre hasta altas horas de la noche, y es que Albacete es mucho más que una ciudad de paso, tan sólo tenemos que hacer un pequeño alto en el camino y querer descubrir los lugares únicos que posee.
Descubre Albacete por ti mismo:
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Ya sea para ver el Azure Window, hacer buceo en sus aguas transparentes, andar por sus playas de arena, rememorar la Odisea de Homero o disfrutar de la tranquilidad de la isla, Gozo es una de las escapadas que no puede faltar en nuestra visita a Malta. Su pequeño tamaño (14km de largo y 7,25 de ancho, casi como Manhattan) hace que sea muy fácil moverse por ella, y así podamos gozar de estar en Gozo.
Azure Window de Gozo
Lo primero es llegar hasta la isla. La forma más sencilla y barata es en el ferry que parte de Cirkewwa (Cirkewwa Ferry Terminal), al norte de la isla de Malta, casi cada hora, tanto de día como de noche. El trayecto en el gran ferry nos llevará poco más de media hora, tiempo suficiente para disfrutar del tranquilo mar Mediterráneo, y para ver la línea costera de la pequeña isla de Comino, otra de las joyas del archipiélago maltés.
Tras la placentera travesía marina, llegamos al puerto de Mgarr (Mgarr Harbour), punto de partida de todas las excursiones organizadas, y desde donde se puede llegar a todos los rincones de la isla. Tenemos varias opciones. La más barata es usar los autobuses públicos, que con su tarifa plana diaria de 1,50€ ofrecen un precio imbatible, lo único que deberemos estar pendientes de los horarios, no vayamos a quedarnos tirados en alguna cala perdida. Todas las líneas de autobús pasan por la capital, Victoria (o Rabat, según a quién preguntes), por lo que esta será nuestra base de operaciones.
Surcando el mar en ferry
La isla de Comino
Fortaleza de Comino
Llegando a Gozo
Otra opción es la de montarse en un bus turístico que permita subir y bajar, para hacer un recorrido por toda la isla y pararnos en los lugares que más nos interesen. Esta fue la opción que escogí, con la empresa Malta Sightseeing, Por 17€ adultos tenemos incluido todo el día en el bus con explicaciones en diferentes idiomas, tan sólo debemos preocuparnos de pensar qué sitios queremos visitar, y mirar cuándo es el siguiente bus, que pasa cada 45 minutos. Esto nos da tiempo para visitar hasta 8 lugares si cogemos el primer autobús del día.
Por último, siempre podemos recurrir a alquilar un coche, que se puede encontrar por unos 30€ al día. Esta es la opción que más libertad nos da, y tan sólo hay que preocuparse de conducir y no perderse por las estrechas carreteras de Gozo.
Como ves, hay muchas opciones para moverse por la isla, pero, ¿qué hay para ver en Gozo en autobús? Pues de todo, desde playas hasta centros de peregrinación, monumentos naturales y lugares Patrimonio de la Humanidad.
Puerto de Mgarr
Cruce de autobuses turísticos
Playa de Ramla Bay
Campos de Gozo desde la Ciudadela de Victoria
Como primera parada, Ramla Bay (Ir-Ramla il-Hamra), la playa más grande y una de las más deshabitadas. Salpicada de arena roja, nos llamará la atención la estatua vigilante de Nuestra señora de la Esperanza levantada en medio de la playa. A un lado encontraremos la cueva de la ninfa Calypso, que según cuenta la leyenda retuvo con sus encantos a Homero durante 7 años antes de que continuara con su odisea. No es más que un agujero en el acantilado, así que si no la visitamos no pasa nada.
Un lugar que no podemos perdernos son los templos megalíticos de Ġgantija, el sitio arqueológico más importante de Malta, construido entre el 3600 y 2500 a.C., siendo por tanto más antiguos que Stonehenge. Han llegado hasta nuestros días sin haber sido saqueados o demolidos, así que caminar por ellos es ver un pedacito intacto de la historia antigua. Al lado está el molino de Ta’ Kola, muy parecido a esos con los que se peleaba el Quijote por Castilla, y cuyo interior podemos visitar, en un museo que muestra como se vivía en ellos.
Victoria desde los campos
Gente hablando
Balcones ornamentados
El autobús continúa su camino hasta llevarnos a uno de los resorts vacacionales más frecuentados de la isla, la bahía de Marsalforn. A parte de para actividades marinas en sus cristalinas aguas, poco interés me despertó este conglomerado de hoteles, restaurantes y apartamentos. Por lo menos los edificios son todos blancos y de poca altura. A unos dos kilómetros del centro de Marsalforn está la bahía de Xwejni, que con sus salinas y formaciones de piedra es uno de los lugares más bonitos de Gozo por las vistas y el entorno, así que igual no está tan mal parar aquí.
Entre viñedos y campos de cultivo llegamos a la capital, Victoria, en honor a la reina de Inglaterra, o Rabat (Ir-Rabat Għawdex), como la conocen localmente, una pequeña población de 7.000 habitantes encaramada en una colina y coronada por la ciudadela y la catedral. Las estrechas callejuelas repletas de tiendas y de pastelerías donde probar excelentes pastizzis, el dulce por excelencia de Malta, nos conducen hasta la Ciudadela (Citadella o Citadel), la fortificación que desde antes de los romanos vigila toda la isla ante los piratas y bandidos que la atacaban. La parte norte de la Ciudadela se remonta al periodo en que la Corona de Aragón dominaba estas tierras, mientras que la cara sur fue reconstruida por los Caballeros de San Juan en el siglo XVII. La ciudad es pequeña, así que una hora es tiempo más que suficiente para un buen paseo por ella.
Catedral de Victoria (Rabat)
Mercadillo de Victoria
Balcones de Victoria
Señora en la terraza
Salimos de Victoria para recorrer el oeste de la isla hasta llegar al santuario de Ta’ Pinu, una inmensa basílica que, como todas las edificaciones de Malta, es de color terroso. Por fuera resulta muy espectacular, pero si vamos en autobús turístico igual 45 minutos es demasiado tiempo para bajarnos a verla con más detenimiento, sobre todo si tenemos en cuenta la siguiente parada, donde estaremos mucho más tiempo.
No es otra que Dwejra, bahía que cuenta con singulares rincones como su arco rocoso que forma la Azure Window, el islote conocido como Fungus Rock y la laguna azul Blue Hole, siendo uno de los lugares más singulares de Gozo y de toda Malta, y uno de los mayores reclamos del archipiélago, sobre todo tras saltar a la fama por la serie Juego de Tronos, ya que aquí se celebró la boda de Daenerys Targaryen con Khal Drogo, convirtiéndose ésta en Khaleesi.
La escarpada y espectacular costa, además de bonita e ideal para fotografiar al atardecer, es uno de los mejores lugares para bucear. El agua está impoluta, y no hay casi poblaciones cercanas que enturbien la paz del lugar, tan sólo las legiones de turistas que vienen al lugar para hacerse una foto con la Azure Window a sus espaldas, o sobre su cabeza.
Si nos fijamos bien en el pedregoso suelo, veremos que hay pequeñas salinas naturales, y los acantilados adquieren muchas formas distintas según cómo las miremos. Un lugar sin duda muy especial, y que justifica la visita a Gozo.
Santuario de Ta’ Pinu
Dwejra Bay
Dwejra Bay y Azure Window
Mirando al Azure Window
Seguro que no querremos marcharnos de Dwejra y alejarnos de la Azure Window, pero la tarde empieza a caer, y a partir de las 7 no circulan autobuses por la zona, así que hay que volver al ferry, no sin antes echar una ojeada a otro par de sitios en los que podemos parar.
El primero es la bahía de Xlendi (Ix-Xatt l-Ahmar), otra pequeña bahía similar a Marsalforn donde practicar el buceo o darse un chapuzón en su pequeña playa de piedras flanqueada por multitud de edificios, o mejor aún, caminar por el sendero costero que lleva hasta algunos de sus miradores.
Otra parada que podemos hacer es en Xewkija, o lo que es lo mismo, el pueblo pegado a una iglesia, en este caso la inmensa iglesia de San Juan Bautista, que con su cúpula redonda de 75 metros de altura y 28 de diámetro, dicen que es la tercera más grande del mundo sin soportes. Lo que está claro es que es muy grande y llama mucho la atención, aunque el pueblo tenga poco más que ver, y como ocurría con el santuario de Ta´ Pinu, es un lugar para parar sólo si te interesa mucho.
Iglesia de Xewkija
Fungus Rock o caballos
Azure Window de Gozo
El autobús completa su vuelta circular por Gozo, llegando a nuestro punto de partida, el puerto de Mgarr, tras haber recorrido carreteras polvorientas flanqueadas por coloridos balcones, admirado ventanas azules que daban al mar, pisado la misma playa que Ulises, y sobre todo haber gozado de una de tantas perlas que posee el Mediterráneo.
Visita la isla de Gozo:
Esta experiencia forma parte del blogtrip Blog Island Malta organizado por iambassador en alianza con Turismo de Malta y apoyados por Air Malta. Todo el contenido de este artículo forma parte de mi experiencia personal y en ningún caso ha sido modificado por terceros.
Ferry Gozo Channel Horario: todo el día, cada 45-60 min
Tarifa: 4,65€. Con vehículo 15,70€
Autobús turístico Malta Sightseeing
Horario: inicio de ruta de 9:40 a 15:00
Tarifa: adultos 17€. Niños (5-15 años) 11€. Niños menores de 5 años gratis.
Templos de Ġgantija
Horario: invierno (octubre a marzo) de 9:00 a 17:00. Verano (abril a septiembre) de 8:00 a 19:15.
Tarifa: adultos 9€, reducida jóvenes y mayores 7€. Niños 5€.
Molino de Ta´ Kola
Horario: lunes a domingo de 9:00 a 17:00
Tarifa: adultos 9€, reducida jóvenes y mayores 7€. Niños 5€.
Ciudadela Victoria
Horario: abierta todo el año. Catedral de 5:00 a 20:00
Tarifa: entrada gratuita a la Ciudadela. Catedral con entrada
Malta engancha. No encuentro otra explicación para haber hecho dos visitas en el mismo año, ni para que todas las potencias europeas hayan pasado por aquí en algún momento de la historia. Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, árabes, normandos, españoles, franceses y británicos recalaron en este diminuto país, el quinto más pequeño de Europa, ¡más incluso que Andorra!. Algo debe de tener Malta. Será su mezcla de culturas, su patrimonio histórico, su situación geográfica, su mar – ese Mare Nostrum radiante -, su clima, o todo ello fusionado con el toque maltés en esta isla que los griegos llamaban Melite, dulce como la miel.
Bahía de Marsaxlokk
Visitar Malta es muy sencillo, pues es un país moderno plenamente integrado en la Unión Europea desde 2004, y el mayor problema con el que nos podamos encontrar será el de decidir qué sitios visitar, puesto que hay para todos los gustos (excepto montañas de gran altura ;). Malta está compuesta por tres islas. La más grande también se llama Malta, y es a la que llegaremos porque tiene el aeropuerto. Al norte están las pequeñas Gozo y Comino, visitas muy recomendables sobre todo por sus bahías y monumentos naturales.
Todo el archipiélago se puede visitar sin prisas en 7 días, aunque evidentemente, de cuanto más tiempo dispongamos, más lo disfrutaremos. La isla de Gozo se recorre en 1 día sin problema, pero si queremos acercarnos hasta Comino (¿quién se puede resistir a darse un chapuzón en el Blue Lagoon?), mejor reservar 2 días para estas islas. Nos quedarían 5 días para la isla de Malta, la grande, en la que visitaremos tanto ciudades como pueblos pesqueros, sitios históricos, sin olvidarnos de playas, bahías y acantilados.
Que el tamaño de Malta no te lleve a equívocos, hay mucho para ver. Empezando por las ciudades, aunque son todas muy parecidas, no te puedes perder la capital, La Valeta – Valletta. Sus calles estrechas con siglos de historia, donde te encuentras la estatua de un santo en cada esquina, me recordaron mucho a Lisboa. En medio día se puede recorrer sin problemas la ciudad andando, sin dejar de visitar la espectacular y dorada Concatedral de San Juan – St John’s Co-Cathedral (atención a las banderas de la corona de Aragón que recubren todo su interior y a los Caravaggio); la plaza de San Jorge – St George´s Square, donde se encuentra el Palacio de la República; y la calle de los bares con solera, Strait Street.
Desde Upper Barrakka Gardens hay una de las mejores panorámicas a la inmensa bahía de Valletta, en la que seguro hay varios trasatlánticos haciendo escala. En frente, las conocidas como 3 ciudades – 3 cities, que no son otras que Vittoriosa, Senglea y Cospicua (Il-Birgu, L-Isla, Bormla respectivamente en maltés) nos esperan para que las visitemos cogiendo el pequeño barco que va desde el Valleta Waterfront hasta Vittoriosa, en uno de los recorridos en barco más espectaculares de la isla. Si el ferry normal ya terminó de circular, espera un poco al lado de la señal y seguro que se acerca algún marinero local dispuesto a llevarte al otro lado en su bote. Malta es un país echado al mar, por lo que creo que aquí la gente tiene antes una barca que un coche. Por lo menos, es mucho más útil para desplazarse.
Las 3 ciudades son iguales que cualquier otra localidad de las islas, si no fuera por el puerto repleto de barcos de todos los tamaños, por las fortalezas defensivas (algunas se pueden visitar, según su estado de restauración), y por calles como Triq San Duminku, una verde sorpresa entre tanto amarillo. Como también en cualquier otra población de Malta, hay iglesias para dar y tomar (365 en total en todo el país), y algunos museos que pueden ser interesantes, como el Malta en Guerra – Malta at War, el Palacio del Inquisidor – Inquisitor´s Palace, único en el mundo abierto al público, y el Museo Marítimo – Maritime Museum. Pero sin duda lo más bonito es la bahía.
Waterfront de Valletta desde Vittoriosa
Concatedral de San Juan en Valletta
Calle con balcones y vírgenes
Interior del museo de la Inquisición
Barcos en la bahía de Vittoriosa
Continuando con poblaciones, otra de las que más me impresionó resultó ser la diminuta Mdina, en el centro de la isla. Esta fue la antigua capital del país, hasta que se trasladó a La Valeta. Conocida como la ciudad del silencio, pues apenas quedan 300 habitantes en sus estrechas calles, tiene algunos de los palacios más bonitos, así como un mirador desde el que se ve toda la isla. Se suelen hacer paseos en carro de caballos por sus callejuelas. Si pasas por allí, no te olvides de saludar a Joey, uno de estos simpáticos taxistas, y que ostenta con orgullo el título de tener el bigote más grande de toda Malta.
Siendo un país tan mediterráneo y echado al mar todavía no visitamos ninguna villa marinera con encanto, así que nada mejor que Marsaxlokk (me encanta este nombre), o la cercana Marsaskala, ambas al sur. En sus bahías encontraremos los peculiares barcos malteses pintados con vivos colores y cuyos ojos en proa miran al mar a modo de amuleto. Son villas bonitas, pero a mí personalmente me desilusionaron un poco. En las fotos nunca se muestran las fábricas que rodean las bahías, y que le restan encanto al lugar. Aun así, dicen que el mejor pescado se come en estos pueblos, sobre todo los días de mercado.
Hay otras poblaciones como St Julians, Sliema o Bugibba, que poco se diferencian de otras localidades maltesas, por lo que si pasamos por ellas bien, pero tampoco nos perdemos nada si las dejamos de lado. Son ciudades turísticas llenas de estudiantes de inglés, más caras, por tanto, que otras. También existen casos como el de Zejtum, de la cual lo más curioso es el nombre (de aquí proviene la palabra aceituna), y en Mosta veremos la madre de todas las iglesias, con la gran cúpula de 37 metros de diámetro de la Mosta Rotunda. Eso sí, lo que no faltará por doquier es un buen montón de gatos, mascota por excelencia de la isla. En cambio, perros vi en muy pocos sitios.
Joey, el bigote más grande de Malta
Vista desde Mdina a Mosta y la campiña maltesa
Calle de Vittoriosa
Casa parchís en Marsaxlokk (me encanta este nombre)
Calle Triq San Duminku
Lugares bonitos a visitar en Malta
Habiendo terminado con las ciudades, vamos con la parte que a mí me gusta más: la naturaleza. El archipiélago tiene una gran densidad de población, la mayor de toda Europa, por lo que siempre estaremos cerca de alguna población. Esto no evita que haya lugares preciosos, casi siempre en la costa. Si buscamos playas de arena dorada y fina, toda una rareza en la pedregosa costa maltesa, Mellieha Bay, Gnejna Bay y Golden Bay son las mejores, por no decir las únicas.
Aquí lo que abundan son los acantilados y las extrañas formaciones rocosas. La más conocida es la Blue Grotto, al sur, y se puede ver tanto desde el mirador como en barca. Cuidado con los horarios, porque las barcas dejan de operar muy pronto. Muy cerca está la también frecuentada St Peter´s Pool, una especie de piscina natural donde se hacen espectaculares saltos al agua. Un poco más al noroeste encontramos los acantilados de Dingli – Dingli Cliffs, el punto más alto de toda Malta, con sus 253 metros de tajada sobre el Mediterráneo.
Puede sonar un poco tonto el título, pero en estas islas hay mucho más para hacer de lo que se cree. Evidentemente al ir como turistas a Malta queremos visitar los lugares más bonitos y característicos, pero hay muchas cosas más allá de los tópicos. Hay tres lugares patrimonio de la Humanidad, el Hipogeo de Hal Saflieni, los templos megalíticos repartidos entre Gozo y Malta, y por supuesto Valletta, así como numerosos yacimientos arqueológicos que harán las delicias de los viajeros más culturales.
El mar es un gran atractivo en todas sus formas, ya sea para navegar o para bucear en él. Este es uno de los deportes más practicados, aprovechando las claras aguas que rodean la isla y a que tienen los mejores precios para adentrarse en este caro deporte.
Si queremos relajarnos en la playa tomando el sol, estamos de suerte, pues aquí el verano dura hasta bien entrado el mes de octubre, y los inviernos son muy suaves.
Otro de los grandes atractivos es el ir a estudiar inglés en Malta (yo estuve estudiando en la academia Elanguest). Es uno de los idiomas oficiales, y el coste de la vida aquí es mucho menor que en Gran Bretaña, además de tener buen tiempo, lo que atrae a muchos italianos y españoles a estudiar la lengua de Shakespeare bajo el sol.
En cuanto a eventos culturales y deportivos no debe llevarnos a engaño el pequeño tamaño de la isla. Es todo un país, siendo punto de parada para giras internacionales de conciertos, regatas, y muchas otras actividades.
Estudiantes en clase de inglés
Tocar el piano en la calle
Se puede tomar el sol en cualquier lugar
Paseando a la virgen de la parroquia
Cómo moverse por Malta
Sólo tenemos una opción, por carretera, y aquí podemos escoger qué vehículo con ruedas usar. Tenemos los autobuses públicos, que llegan a cualquier punto de la isla, pero nunca se sabe muy bien a qué hora, ya que son bastante lentos porque hacen muchas paradas y el tráfico es horrible. Además, si van llenos, el conductor no nos permitirá entrar. Lo bueno es que los autobuses son muy baratos, 1,50€ el bono de un día. El recorrido único cuesta 1,30€, así que siempre acabas cogiendo el bono de un día. Son la opción más económica, pero llega a desesperar su lentitud. La estación principal por donde pasan todos los autobuses está a la puerta de Valletta, algo a tener en cuenta.
Una opción muy “guiri” son los buses turísticos, que aquí recorren la isla con diferentes rutas. Los probé tanto en Gozo como en Malta, y si bien son muy caros, sobre todo comparado con el precio del bono por un día de autobús, recorren sólo los lugares más interesantes, por lo que se supone que deberíamos de ahorrar tiempo. Al final tardan poco menos que el autobús normal en llegar a ciertos sitios, así que creo que es más rentable ir más días y usar el transporte público, que ir a la carrera en los buses turísticos. Éstos, además, terminan de funcionar muy temprano, sobre las 17:30.
Así, sólo nos queda optar por coche de alquiler o bicicleta. Con el coche iremos protegidos del sol, de los otros coches, y no nos cansaremos, pero hay que tener en cuenta que por la herencia británica circulan por el lado equivocado, el izquierdo, y que más que conducir, hacen carreras de cuadrigas a ver quién hace la mayor locura en la carretera. Nunca había visto tantos accidentes de tráfico en tan pocos días. Menos mal que no hay sitio para correr mucho, de este modo sólo se lamentan daños materiales. Además, alquilando el coche a todo riesgo, no hay que preocuparse por nada, sólo de poder cruzarnos con los autobuses por la carretera. Toda una experiencia.
El inexistente relieve maltés es ideal para no cansarse mucho en bicicleta, pero ni las carreteras ni los conductores están preparados para los ciclistas, ni el abrasador sol de verano es el mejor para hacer deporte. Aunque ahí queda como opción para los más valientes.
En resumen, si vamos con tiempo de sobra y bolsillo ajustado, el autobús público funciona, y si queremos ver más cosas, no nos quedará más remedio que alquilar un coche y esquivar a los conductores suicidas.
Cruce de autobuses
Autobús en hora punta
Accidente de tráfico
Barcos en el puerto
Dónde comer en Malta
La comida es una de las cosas que más me sorprendió y gustó de Malta. Tantas civilizaciones pasaron por esta tierra que cada una ha dejado su granito de arena en el tema gastronómico, excepto la británica, que los malteses fueron lo suficientemente hábiles de omitir en su extensa lista de platos típicos. Así, nos encontraremos con una excelente cocina mediterránea llena de sabores y de hierbas aromáticas, con una fuerte influencia italiana, toques árabes muy sabrosos, y nada que recuerde que fueron una colonia británica, para suerte de nuestro paladar.
Tan solo el 20% de los alimentos consumidos se producen en la isla, por lo que muchos productos son importados de Italia, de ahí la abundante presencia de pastas y pizzas.
Los reyes indiscutibles de la gastronomía son el atún y los pescados, y según dicen donde se come el mejor pescado al mejor precio es en Marsaskala, por delante de la archiconocida Marsaxlokk (me encanta este nombre), donde la creciente fama ha hecho que los precios hayan subido. Aun así, el precio de la comida es muy barato en todos los sitios, a excepción de St Julians y Sliema, que como son las ciudades de los estudiantes de inglés y de los turistas de sol y playa, tienen precios equiparables a la media europea.
En cuanto a carnes, el conejo a la maltesa (stuffat tal fenek) es el plato típico, y si queremos algo más suave, no hay que dejar de probar los típicos Pastizzi (pastelitos de hojaldre rellenos de requesón, carne, verdura o guisantes) y la Ftira, el bocadillo de atún con pan de leña.
Seguro que vas a disfrutar mucho de la variada comida maltesa.
Tartar de gambas con cebolla
Pastizzi de espinacas
Calamares y chopos fritos
Atún con aceite y olivas
Dónde dormir en Malta
Aquí tenemos para todos los gustos. Por ejemplo, Valletta es una ciudad preciosa, pero para alojarse es un poco aburrida, pues de noche hay pocos bares y restaurantes abiertos, además de ser muy caros por tratarse de la capital. De supermercados casi mejor no hablar, sólo hay pequeñas tiendas. Encontrar aparcamiento es prácticamente imposible, por lo que no es una buena opción si cogemos coche de alquiler. En cambio, si vamos a usar el transporte público, la estación principal por donde pasan todos los autobuses se encuentra a la puerta de Valletta.
La zona de St Julians y Sliema está muy concurrida, ya que es donde se encuentran las escuelas de inglés y la mayor parte del turismo, pero son ciudades más amplias que Valletta y con más servicios, por lo que las considero mejor opción para hospedarse. Estuve alojado tanto en Valletta como en St Julians, y sin duda me quedo con la segunda. Es mucho más completa. Además, si queremos salir de noche, la zona de Paceville en St Julians y la bahía de Spinola – Spinola Bay las tenemos a un paso.
Si preferimos un hotel de playa o alejado de las grandes ciudades, hay opciones para todos los gustos, así que seguro que encontraremos algo que se adecue a nuestros gustos y bolsillo.
Vista a la Portomaso Tower desde la piscina de un hotel
Salón del Palazzo Citta Valletta Apartments
Opciones para alojarse hay muchas
Balcones típicos
Consejos varios para nuestro viaje a Malta
Para terminar, nada mejor que una serie de pequeños consejos que hay que tener en cuenta para planear nuestro viaje a Malta y así disfrutar aún más de la estancia.
El clima es mediterráneo cálido, habiendo sólo dos estaciones. En verano hace mucho calor húmedo y el sol pega con fuerza y en invierno puede llover de forma torrencial. Uno de los mejores meses para visitarla es en octubre, pues sigue haciendo bastante calor pero ya es considerada temporada baja en hostelería.
Siempre hace viento, porque no hay árboles de protección. Fueron talados en la prehistoria.
En las casas particulares usan el enchufe británico de 3 tomas, así que hace falta adaptador. Los hoteles suelen tener tanto toma británica como europea, por lo que no pasa nada si nos olvidamos del adaptador.
No hay serpientes venenosas en la isla. Una de tantas cosas obvias que dicen los autobuses turísticos.
El control de seguridad del aeropuerto es muy exhaustivo. A mí me hicieron vaciar toda la mochila con el material fotográfico, porque según ellos, llevaba demasiadas cosas. Algo a tener en cuenta si llegamos con el tiempo justo.
Las distancias en Malta son pequeñas sobre el mapa, pero el tráfico está muy saturado. Mejor hacer los trayectos con tiempo de sobra.
La gente es muy agradable, no tengas miedo de preguntarles aunque no entiendas en qué están hablando. Seguro que te responden en inglés.
No te preocupes mucho por usar o por la ausencia de contenedores que reciclan la basura, al final termina todo en el mismo vertedero. No hay planta de reciclaje en la isla.
Aunque lo veas todo muy desordenado o sucio, Malta es un país muy seguro. Se puede andar por calles solitarias de noche sin tomar precauciones especiales.
El agua es un bien escaso, y además la del grifo no se puede beber. Ten siempre varias botellas de agua a mano, aunque sea de la que envasan en la isla.
Más información:
El contenido de este artículo forma parte de mi experiencia personal en el blogtrip Blog Island Malta organizado por iambassador en alianza con Turismo de Malta y apoyados por Air Malta, así como en mi siguiente viaje para visitar la escuela de idiomas Elanguest.
Dónde dormir:
Palazzo Prince d´Orange. 316 St. Paul’s Street, Valletta. Lujosos apartamentos a un paso del centro de la capital. No hay aparcamiento.
Dónde comer y beber:
Restaurante Il-Horza. 6 St.Christopher Street, Valletta. Excelente restaurante de comida moderna mediterránea. Precio alto.
Restaurante Palazzo Preca. 54 Strait Street, Valletta. Cocina típica de buena calidad. Precio medio – alto.
The Pub. 136 Archbishop Street, Valletta. Antro añejo en el que falleció el actor Oliver Reed durante la filmación de la película Gladiator. Tiene mucha historia en sus paredes.
Badass Café. 46 Old Theatre, Street, Valletta. Cafetería para tomar unas copas o comer unas hamburguesas baratas.
Café Jubilee. 125 St Lucia Street, Valletta. Franquicia de pubs con ambientación británica donde desayunar o comer a precio módico.
Restaurante Baia Beach Club. Little Armier, Mellieha. Cocina de productos frescos con buenas vistas al mar en una terraza tipo Ibiza. Precio alto.
París es una ciudad muy bonita. Eso ya lo sabemos todos. Pero (siempre tiene que haber un pero, incluso en la ciudad de la Luz), es demasiado llana, lo que dificulta encontrar buenos miradores para disfrutar de panorámicas de la ciudad como en Lisboa, ni cuenta con grandes rascacielos de vertiginosas vistas como en Nueva York. Aun así, ahí tenemos la Torre Eiffel y un puñado más de miradores para disfrutar de las mejores vistas de París desde las alturas.
Cómo no, el mejor mirador de París es también el monumento más visitado del mundo, que aquí todo es superlativo en términos de belleza. Mucho se puede hablar de esta torre de acero que a punto estuvo de desparecer y que ahora es un imán para los turistas. Centrándonos en el punto que nos interesa, el de las vistas a París, lo que mejor resulta es subir hasta arriba del todo. La panorámica a nuestros pies se muestra sobrecogedora, a pesar de tener que “pegarnos” con la multitud de turistas, que como nosotros, también buscan un hueco para hacerse la foto. Por eso, el piso intermedio es una buena opción si llegamos con el tiempo justo y nos conformamos con una panorámica un poco menos “astonishing”. Se puede entrar con trípode en la Torre Eiffel, y desplegarlo en ambas alturas. Si no quieres llevarlo tampoco pasa nada, se pueden hacer apaños para apoyar la cámara en la barandilla y así obtener grandes fotografías del París nocturno.
El lugar en las alturas que más me gusta de París se sitúa en las torres de Notre Dame, donde siempre estás acompañado por las simpáticas quimeras (mal llamadas gárgolas). La panorámica no es completa en la mayor parte del recorrido, tan sólo en la vuelta contrarreloj que se hace a la torre sur, y la elevación no es mucha, por lo menos comparándola con la Torre Eiffel, pero el paisaje es de esos que se te quedan grabados en la retina para siempre. Visita imprescindible vayamos a hacer fotografías o no. Merece la pena esperar la larga cola para acceder (normalmente 1 hora), y subir los 387 escalones a pata. El trípode no se puede usar arriba ya que no hay espacio para desplegarlo.
Diablo observando París
Mirador de las Torres de Notre-Dame
Torre Montparnasse (210 metros)
El segundo rascacielos más alto de Francia es esa cosa fea que vemos sobresaliendo por encima de la ciudad cuando miramos desde la Torre Eiffel hacia los campos de Marte, al sureste. Su aspecto acristalado no encaja para nada con el estilo de París. Sin embargo, de algo tiene que servir la Torre Montparnasse. Desde el piso 59, situado a 210 metros de altura, vemos toda la ciudad sin nada que nos entorpezca la visión. Con este mirador me pasa un poco como con el Top of the Rock de Nueva York. Es feo, no tiene ninguna magia, hay barreras de cristal, pero desde él tenemos las mejores vistas a los edificios más bonitos de la ciudad. En cuanto a la logística, podemos subir con trípode, pero más nos vale que tenga una gran elevación, pues las mamparas de cristal son todo un incordio, además de temblar con los golpes de la gente.
París desde la Torre Montparnasse
Calles de París
Basilique du Sacré-Cœur – Basílica del Sagrado Corazón (200 metros)
El barrio de Montmartre es la idealización que todos tenemos de París. Bohemio, hermoso, con estrechas callejuelas llenas de pintores, músicos y auténticos cafés parisinos, es uno de esos lugares que ningún turista deja de visitar a la mínima ocasión. Para poner la guinda a tan agraciado barrio, está la Basílica del Sagrado Corazón (Basilique du Sacré-Cœur), un inmenso templo religioso de reluciente blanco que seguro que nos llama la atención desde cualquier otro de los miradores de esta lista. Desde sus escaleras se ve la infinita sucesión de casas y calles, todas iguales, pero no la Torre Eiffel. Pero no te preocupes. Ver la omnipresente torre es el medidor indiscutible de cualquier mirador parisino, y Montmartre no iba a ser menos. Si caminamos un poco por sus calles, veremos otra cara diferente de la famosa torre. Lo mejor de este mirador es que, al ser un espacio público, es gratuito y podemos llevar el trípode que queramos.
Sacré-Coeur de noche
París de noche desde Montmartre
Arco de Triunfo (54 metros)
Mandado construir por Napoleón Bonaparte, el Arco de Triunfo de París posiblemente es el más famoso del mundo, como no podía ser de otra forma en esta ciudad. Se trata de una mega rotonda en la que confluyen 12 calles, así que el tráfico está asegurado, al igual que las buenas vistas desde lo alto del arco, al que se llega tras subir una infinita escalera de caracol, que me pareció bastante más larga que la de Notre Dame. Será que en este caso se puede mirar hacia abajo mientras subes. Aquí juega a nuestro favor lo plana que es París, pues aunque el Arco de Triunfo apenas levante 54 metros, se alza por encima de todos los edificios cercanos, ofreciendo una bonita panorámica de toda la ciudad, incluida la torre de metal.
Este estrafalario museo de arte moderno al que parece que se olvidaron de ponerle fachada es un mirador curioso pues en él nos hallamos en pleno corazón de París, a diferencia de otros observatorios. Desde aquí casi podemos tocar con la mano el Sacré-Coeur, y ante nuestra vista se despliega una plaza típicamente parisina (aquí todo es típico) seguida de innumerables techos grisáceos. Tras todos ellos, cómo no, la Torre Eiffel se ve tan pequeña que hay que buscarla con detenimiento. Además de las vistas de París, el Centro Pompidou es un museo lleno de interesantes exposiciones, así que podemos pasar un buen rato visitándolo. El trípode no está permitido, y la vista de París es parcial.
Sacré-Coeur desde el Centro Pompidou
Vista desde el centro Pompidou
Plaza del Trocadero (15 metros)
Los franceses tienen tanto gusto para ciertas cosas que una vez que aceptaron la Torre Eiffel como monumento permanente en su adorada ciudad, decidieron hacer un bonito balcón desde el que admirarla, y así surgió la Plaza del Trocadero (igual no fue exactamente así, pero para nuestra búsqueda de los mejores miradores de París, sirve). Este balcón es el lugar preferido por los turistas para hacer las típicas fotos sujetando la torre, apoyándose en ella o saltando con el icono de París. Al ser un lugar público, está abierto todo el día y el acceso es gratis, pudiendo llevar trípode. Otra cosa es encontrar hueco en primera fila, teniendo que aplicar un poco de la técnica del “morro” para llegar hasta la barandilla. Algunas de las mejores fotografías parisinas fueron sacadas en esta plaza, así que visitarla no está de más.
Plaza del Trocadero y París desde la Torre Eiffel
Plaza del Trocadero y fuentes
Crucero en barco por el Sena (0 metros)
Tanto ver edificios desde arriba puede llegar a ser un poco monótono, así que vamos a variar un poco de tercio y hacer un crucero por el Sena, viendo París desde otro ángulo. Hay multitud de empresas que hacen el recorrido, viéndose exactamente lo mismo en todas ellas, las riberas del Sena, declaradas Patrimonio de la Humanidad por su importancia histórica y por la cantidad de grandes monumentos que encontramos en sus orillas. Desde el museo del Louvre o el de Orsay hasta Notre Dame y la Conciergerie, pasando por la Estatua de la Libertad en miniatura hasta la omnipresente Torre Eiffel, en este pequeño crucero tendremos una vista diferente de la ciudad. Por supuesto se puede ver prácticamente lo mismo desde las orillas peatonales del río, pero indudablemente nos va a llevar más tiempo.
El centro comercial más glamouroso de París se llama Lafayette. Se encuentra al lado del Palacio Garnier de la Ópera, y en su terraza tiene una cafetería y un bonito mirador al centro de la capital francesa. El acceso a la azotea / rooftop es gratuito, por lo que no hay excusa para subir, echar una ojeada al corazón de París y ver sus monumentos un poquito más cerca. No es muy alto, pero cumple con su cometido. De este no tengo fotos desde arriba, ya que me lo encontré cerrado, aunque tenía muchas ganas de subir.
Entrada a Galerías Lafayette
Puentes sobre el Sena (5 metros)
Último mirador para la lista, y menos mal, porque me estaba quedando sin ideas. Un puente no sé yo hasta qué punto podría considerarse un mirador, pero viendo la variedad y cantidad de ellos que hay en París, no es una idea tan descabellada. El antiguo Puente Nuevo – Pont Neuf, el puente del Arte repleto de candados – Pont des Arts, el monumental Puente de Alexander III – Pont Alexandre III, el metálico Puente de Bir-Hakeim – Pont de Bir-Hakeim, y así hasta contar 30 pasarelas sobre el Sena. Son gratis, podemos usar el trípode siempre, y tenemos miles de posibilidades para desarrollar nuestra imaginación.
Puentes sobre el río Sena
Puente de las Artes
Estos son sin duda los 10 mejores miradores de París, aunque bien se podría decir que son los 10 mejores sitios para ver la Torre Eiffel, ya que desde cualquier punto de la ciudad se puede admirar. Seguro que alguno más me queda en el tintero, como la zona de negocios de La Defense, que con sus altos edificios probablemente gozará de buenas vistas, pero no es tan fácil llegar como a los mostrados en el artículo. Y a ti, ¿a cuál te gustaría más subir? ¿Conoces algún otro mirador que no podamos perdernos?
Información para visitar los mejores miradores de París:
Torre Eiffel
Horario: 15 junio a 1 septiembre de 9.00 a 00.45. Resto del año 9.30 a 23.45.
Tarifa: adulto hasta la cima, 15€. Reducida hasta la cima 10,50€. Escalera 2ª planta 5€
Catedral de Notre Dame Iglesia. Entrada gratuita. De 8:00 a 18:45.
Torres de Notre Dame: 1 de abril a 30 septiembre: 10:00 a 18:00. Sábado y domingo de 10:00 a 23:00
1 de octubre a 31 de mayo: 10:00 a 17:30. Adultos: 8,50€. Reducida 5,50€. Gratuita menores de 18 años, europeos entre 18-25 años.
Cripta de Notre Dame: 10:00 a 18:00. Cerrado los lunes. Adultos 6€, reducida 4,5€.
Torre Montparnasse
Horario: de 9:30 a 23:00.
Tarifa: adultos 14,50€, reducida 11,50€.
¡Qué atrevida es la ignorancia! Yo que creía que Helsinki era una ciudad gris, cuadrada, con nada interesante para el visitante ocasional… No tenía ningún motivo para este pensamiento, tan sólo mi ingenuidad al creer que los países nórdicos son aburridos, y que con ese nombre tan fuerte, la ciudad tenía que ser también fuerte. Nada más lejos de la realidad. En estas 10 fotos de Helsinki quiero mostrarte un poco de lo atractiva que es la capital de Finlandia en invierno. Por si acaso pensabas como yo.
Banco en un lago helado cerca de Helsinki
Finlandia es naturaleza, esto no es nuevo para nadie. Lo bueno de Helsinki es que es una capital europea pequeña, con tan sólo medio millón de habitantes, y puedes encontrar rincones totalmente adentrados en la naturaleza a poco que te salgas del casco urbano. El banco de la foto, frente a un lago congelado, está a pocos pasos de las oficinas centrales de Microsoft, Nokia y Neste Oil. Cerca del centro, dentro de la naturaleza.
Helsinki bajo la nieve
Helsinki en invierno es nieve. Al encontrarse al sur de Finlandia las temperaturas son suaves comparadas con las de la Laponia, y rondan entre los -5ºC y 2ºC cuando no hace viento. Lo bueno es que veremos mucha nieve, lo malo es que muchas veces estará medio deshecha, debido al “cálido verano”. No en vano muchos finlandeses me dijeron que pasaron más frío en Madrid en invierno que en Helsinki, ya que aquí la temperatura es estable sobre 0º, ya sabes: ni frío, ni calor.
Iglesia de piedra (Temppeliaukion Kirkko)
La buena arquitectura es muy importante en Helsinki, con grandes arquitectos como Alvar Aalto, que tiene algunas de sus obras más importantes en esta ciudad. Con tanto nivel, incluso las iglesias modernas tienen un buen toque artístico, como esta Iglesia de la Roca, que está excavada en mitad de la piedra y más parece un recinto para conciertos que un templo luterano. Otra, la Iglesia del Silencio, también merece una visita y unas fotos.
Entrada a Suomenlinna
Hay pocos lugares Patrimonio de la Humanidad en Finlandia, y el único cerca de Helsinki es Suomenlinna, la fortaleza repartida entre varias islas que repelió los ataques británicos y franceses durante años. Hoy en día, sólo viven unas 60 personas en esta peculiar fortaleza, que se puede visitar mediante el ferry público.
Casa multicolor en Suomenlinna
Continuando con Suomenlinna, entre los lugares más pintorescos de Helsinki, una de las pocas habitantes de la fortaleza carga su bici sobre la calle nevada. A pocos metros, la señora incluso se montó en la bici y continuó su trayecto sobre ruedas. Aquí el frío y la nieve en invierno son la normalidad, y no rompen ninguna rutina.
Plaza del Senado y Catedral de Helsinki (Helsingin tuomiokirkko)
La catedral de Helsinki, resplandeciente como si estuviera nevada, es un magnífico edificio junto a la plaza del Senado. Resulta imposible no verla, y es una de las construcciones más características.
Niños yendo al colegio
Los países nórdicos son muy organizados, y en cuanto a educación, Finlandia siempre encabeza todos los rankings. No es de extrañar, viendo cómo cuidan a sus pequeños, visibles desde muy lejos. Como curiosidad, al verme cámara en mano me dijeron: “por favor, no hagas fotos a los niños”. Por eso están de espaldas.
Blini, el plato típico finlandés
En invierno hay que comer mucho y bien, siendo el plato estrella de esta temporada el blini (con permiso del reno), una rebanada de masa dulce que recuerda al pan chino español, sobre la que se coloca mantequilla, caviar de salmón, una especie de ensaladilla de champiñones, cebolla, remolacha, queso fresco de untar, miel, y más cosas desconocidas por mí, a gusto de cada uno. Las mezclas son infinitas (realmente 2^8), y siempre está buenísimo.
Barco en el hielo
Los miles de lagos de Finlandia en invierno están congelados, e incluso sobre el mar se crea una capa de hielo. Este barco rojo, que hace las veces de restaurante marino, flota sobre el mar báltico al lado del puente del amor (repleto de candados, of course), y de la catedral Uspenski.
Tranvía de Helsinki
Muchos grandes viajeros dicen que una ciudad con tranvía es una ciudad hermosa, y en el caso de Helsinki es más que cierto. Sorprende que una ciudad tan moderna, con tan buena arquitectura y donde todo está tan cuidado tenga unos tranvías en apariencia tan antiguos. Que su aspecto no te lleve a equivocaciones, sus líneas son clásicas, pero en su interior están mejor que nuevos y funcionan a la perfección.
Y hasta aquí llegamos con los 10 lugares y sensaciones que me transmitió Helsinki durante mi visita. ¿Cuál es la foto que más te gusta? ¿Qué lugar tengo que fotografiar cuando vuelva? Cuéntamelo en los comentarios, estaré encantado de leer tus impresiones.
Posiblemente este sea el museo del automóvil más importante del mundo. Los italianos no se andan con tonterías cuando se trata de mostrar la historia de una de las mayores pasiones del país: los coches. Ferrari, Lamborghini, Maserati, Alfa Romeo, Lancia, Fiat, Autobianchi, Pagani, todas ellas son prestigiosas casas que han hecho arte con ruedas, y en este museo veremos algunas de sus máquinas más bonitas, incluyendo las de competición. También hay muchos coches de otras marcas, pero se les nota con un poco menos de “cuore”. O igual es la influencia italiana, que le hace a uno ver las cosas con otros ojos.
Sinfonía del motor en el Museo del Automóvil de Torino
Este inmenso museo, de 19.000 m², nos cuenta todo sobre la historia del automóvil con más de 200 vehículos expuestos. Como las buenas historias, empieza por el principio, con aquellos engendros mezcla de carro de caballos y coche de motor de explosión. Motocarros que se podrían llamar, que aparecieron a finales del siglo XIX. Hay algunos muy llamativos como la Carroza di Bordino, un carruaje con motor a vapor integrado, o La Jamais Contente, el primer vehículo en superar los 100km/h, y además siendo eléctrico.
La exposición continúa por décadas, mostrando cómo influyeron las grandes guerras en la mejora de la tecnología y de las prestaciones de los automóviles. Los felices años 20, con aquellos inmensos coches norteamericanos que siempre se asocian con la mafia, tienen incluso su sección particular. Tal es su importancia histórica y su tamaño. ¡Sería imposible circular por las calles de Madrid con su tamaño monstruoso!
Hall principal del museo
La Jamais Contente
Emblema de un Isotta Fraschini
Almacén con los primeros automóviles
La posguerra no fue un periodo muy bueno para los coches, hasta que llegamos a los 50 y 60, época del boom en Italia con la Dolce Vita, y se nota en el museo, que dedica una gran parte a esa colorida parte de la historia. En esos felices años surgieron obras de arte como el Volkswagen Escarabajo (en Top Gear dicen que ningún Porsche ha superado a éste, su abuelo); el Fiat 500 original, ideal para las callejuelas italianas y para ir al campo, con su hermano mayor el Fiat 600 Multipla; la Volkswagen California, emblema de los hippies, con su propio stand psicotrótipo; el Ford Mustang GT500 alias “Eleanor”, emblema de los muscle car, que tanto han marcado la diferencia de concepto entre los coches europeos y americanos; o el Jaguar E-Type, uno de los coches británicos más hermosos y que dicen es el coche donde más besos se han filmado.
Unos años de derroche y felicidad que llegan a su fin con las crisis del petróleo de los 70, periodo en el que surge una nueva potencia automovilística: Japón. Sus pequeños coches, feos como el demonio pero irrompibles y eficientes, se empiezan a hacer un hueco en las cada vez más abarrotadas ciudades. Los norteamericanos siguen un poco a lo suyo, haciendo mamotretos inconducibles con muchos cromados, y en Europa, concretamente en Italia, descubren que la velocidad les gusta mucho, y se les da bien hacer deportivos ligeros y veloces.
Fiat Turbina en la mesa de diseño
Fiat 600 Multipla
Jaguar E-Type
Fiat 600, el coche que inspiró una línea de frigoríficos
Ferrari siempre había sido emblema de velocidad, elegancia y buen gusto, pero ahora surgían pequeñas bestias italianas, como el Fiat 131 Abarth, Lancia Delta, Alfa Romeo Spider… Tan sólo leer su nombre estremece a cualquier apasionado de los coches. En otros países europeos, como en Francia, también empezaron a emocionarse con estas pequeñas bombas, aunque en el museo del automóvil de Torino no les prestan demasiada atención.
Alemania e Italia siempre estuvieron muy enfrentadas en temas automovilísticos, ya que unos hacían (y hacen) coches muy robustos pero aburridos, mientras que los juerguistas italianos siempre buscaron conseguir un coche divertido que apetece conducirlo, antes que una máquina indestructible. Aun así, se rinden ante el Mercedes Benz RW 196 (pilotado por Juan Manuel Fangio), una auténtica revolución en la Fórmula 1, y joyas diseñadas por italianos (Giugiaro) como el Volkswagen Golf II.
Tan sólo algunos Mercedes-Benz, Jaguar y Bugatti logran superar el alto nivel de exigencia de este museo para ser expuestos entre Ferraris y Maseratis. Yo no seré quien se meta con sus criterios de selección, pero se nota que no son muy parciales.
Fieras enjauladas: Lancia Delta HF Integrale y Fiat Cinquecento
Trabant y otros coches soviéticos
BMW Isetta, el coche de juguete
Volkswagen California
La última etapa llega con los tiempos modernos y los problemas que traen los automóviles, como la contaminación, la seguridad, el consumo, etc. Todo ello explicado de una forma muy vistosa, recurriendo a artistas locales para hacer montajes apocalípticos, juegos con señales y mil y una travesuras más.
Con esto llegamos al final del primer piso, y nos queda otro más, que se resume en tres partes: fabricación, vida diaria y competición. Para el tema de la fabricación, tiraron por una idea muy sencilla: crear un túnel de construcción, en el que se ve paso a paso cómo se fabrica un Fiat 500 moderno. Y por si esto no fuera suficientemente espectacular, tú vas dentro del coche (vagón), para ver bien de cerca cómo se ensamblan las piezas.
La parte de Vida diaria es una genialidad o una locura, según se mire. Se resume en hacer todo un hogar con material relacionado con los coches. Incluso la mariscada de la mesa está inspirada en los coches. Hay que verlo para creerlo.
Pluto y el coche ecológico
Récords del Automobilismo
Cadena de montaje de un Fiat 500
Exposición de motores
La cocina de los entusiastas del motor
Y para el final, ¡la competición! Tras haber visto el salón de las copas del museo Ferrari de Maranello, creía que no se podía hacer nada más impresionante sobre coches, pero cuando ves la parrilla de salida que han montado, ¡te quedas con la boca abierta! Y no se te cierra hasta salir del museo. Únicamente los Ferraris tienen el pedigrí necesario para formar parte de esta selecta parrilla, así como algún Alfa Romeo y Maserati perdido, amén del Mercedes Benz RW 196 y el Bugatti 35B. Ya sabes, estás en Italia.
En boxes hay menciones especiales a hitos de la competición automovilística, como los dragsters, para terminar con una de las mayores preciosidades que han vencido en los circuitos europeos guardada en una esquina, el Alfa Romeo 155 V6 TI. Mejor no calcules los millones de euros que hay en esta esquina si no quieres marearte varias veces, y disfruta del espectáculo.
Religión del motor
Mercedes-Benz RW 196
Alfa Romeo 155 V6 TI
Ferrari en la sinfonía mecánica
Aunque te haya dicho que había 3 zonas en este piso, el museo todavía no se termina, con varios récords curiosos (coche más estrecho, más bajo, más caro, etc.), y la sala de la exposición temporal, en la que te puedes encontrar tanto prototipos futuristas como motos o una parrilla de Fiat 500 gigante.
En los templos se veneran ideas y objetos. Pues bien, el museo del automóvil de Torino es sin duda la Catedral y la Meca de los museos automovilísticos, posiblemente el más grande del mundo, con una selección muy italiana de coches, pero por otro lado es lógico que sólo quieran mostrar lo mejorcito de este mundo. Y en este caso, tiene firma italiana.
Visita al museo del Automóvil de Torino (Turín)
Cómo llegar: Corso Unità d’Italia 40, Torino. Curiosamente no hay parking grande cerca, es mejor llegar en transporte público. En mi visita estuve unas 3 horas, sin leer muchos carteles, por lo que si eres un auténtico loco de los coches se puede alargar bastante más. Hay expuestas unas 240 piezas entre coches, motores y otras partes.
Horario: lunes 10:00 a 14:00. Martes 14:00 a 19:00. Resto de 10:00 a 19:00 (21:00 viernes y sábado)
Pocas cosas hay que gusten más a los neoyorquinos que hacer un gran desfile por la 5ª Avenida, así que el día de San Patricio (o St. Patrick, como les gusta llamarlo a los anglosajones), es una buena disculpa para hacer el mayor desfile del mundo dedicado al santo patrón Irlandés, que curiosamente no nació en la tierra del simpático duende verde (leprechaun), sino en Inglaterra.
Fiesta de St. Patrick en Nueva York
El 17 de marzo es el día señalado para teñirlo todo de verde y hacer de la cerveza la bebida oficial de esta fiesta de puro carácter Irlandés. En Nueva York se hace el desfile (llamado St. Patrick New York Parade) conmemorando la muerte del santo, excepto cuando cae a domingo, que se adelanta al día 16 de marzo. Trabajar en domingo es una cosa muy fea que no le gustaba ni al propio santo.
La labor de San Patricio en Irlanda fue muy importante para los cristianos, ya que fue el mayor evangelizador de la isla esmeralda. Cuenta la leyenda que para que todos le entendieran se valió del trébol de tres hojas o Shamrock, planta legendaria por dar buena suerte (no hace falta que sea de 4 hojas para dar buena suerte en Irlanda), con la que explicaba la Santísima Trinidad. Al igual que el trébol, era una misma unidad, pero con tres personas diferentes. La primera hoja de trébol era el Padre, la segunda era el Hijo, y la última el Espíritu Santo. Así el trébol pasó a ser un símbolo de la iglesia de Irlanda.
Uno de los milagros que se le atribuye a San Patricio es el de haber librado a Irlanda de las serpientes, al haberlas echado todas al mar, aunque no hay constancia de que hubiera ofidios silvestres en la isla antes de su llegada. Pero quién soy yo para estropear una buena historia.
Empieza la fiesta
Verde de San Patricio
Confederados antes del desfile
Desfile de San Patricio en la 5ª avenida de New York
Cómo es el desfile de San Patricio en Nueva York
Inmenso, como todo en esta ciudad. Se estima que 2 millones de personas acuden a verlo todos los años, y que participan en el recorrido entre 150.000 y 250.000 personas. Además de congregar a muchísima gente, también es muy largo, pues el desfile completo dura unas 6 horas. Empieza a las 11:00 a la altura de la calle 44 sobre la 5ª avenida y termina entre las 16:30 y 17:00 en la calle 86, tras haber pasado por delante del Museo Metropolitan (MET), la catedral de San Patricio y la American Irish Historical Society.
El desfile mantiene la tradición de marcha militar desde que se hizo por primera vez en Nueva York en 1762, como forma que tenían los inmigrantes y militares irlandeses de reunirse una vez al año para recordar su tierra, hablando gaélico, vistiéndose de verde (en aquella época el verde estaba prohibido en Irlanda, por ser el color que representaba la independencia) y cantar canciones típicas al son de las gaitas. Hoy en día puede participar cualquier agrupación relacionada con Irlanda de alguna manera, encontrándonos con grupos escolares, bandas de música de todo el mundo, veteranos militares, aficionados a las recreaciones militares, y a muchos soldados confederados y de la Unión. Menos mal que no hacen de la 5ª Avenida su campo de batalla.
Lo que no llevan tan bien es la participación de los gays, a los que en 2014 no permitieron desfilar, motivo por el que mucha gente no fue a ver la marcha a modo de protesta, aunque en 2015 ya los aceptaron tras la estúpida decisión del año anterior.
Debido a la tradición militar del desfile, está prohibido el uso de vehículos, carrozas y de propaganda comercial durante toda la marcha, dándole al evento un carácter tradicional que contrasta mucho con el “american way of life”. Nueva York es la ciudad con el desfile de San Patricio más grande, pero eso no quiere decir que sea el más gamberro, siendo muy tradicional y ceremonioso. Para vivir una fiesta loca de color verde, mucho mejor acercarse a Dublín, que los irlandeses sí saben lo que es una buena fiesta, como bien muestran los amigos de Viajablog, o a Chicago, donde incluso tiñen de verde el río.
Nuevos soldados de la Unión
Gaitero estadounidense
Soldados bien juntos
Banda de música
Cuál es la mejor forma de ver el desfile del día de San Patricio en Nueva York
Durante mi visita en marzo pude asistir al desfile por la 5ª Avenida, y me encontré con muy poca información sobre cómo se desarrollaba el desfile, así que para que no te pase lo mismo, aquí te cuento todo lo que vi y los mejores consejos para disfrutar de la marcha de San Patricio por las calles de Nueva York.
Aunque 2 millones de espectadores durante el desfile puede asustar, hay que tener en cuenta que se desarrolla en 3,5 kilómetros de recorrido, y que hay 2 aceras en la 5ª avenida. Así, alejados de puntos clave como las escaleras del Museo Metropolitano o el cruce de la 5ª con la calle 59 (donde está el hotel Plaza y la tienda de Apple), se puede andar muy bien por las calles, y es posible seguir el desfile sin problemas.
Los neoyorquinos están muy acostumbrados a organizar grandes eventos con la máxima seguridad, por eso es muy fácil seguir la marcha. Todo el recorrido del desfile de San Patricio está vallado, y sólo se puede cruzar de un lado a otro de la calle en los puntos habilitados por la policía, en los que te van dando paso respetando las agrupaciones participantes en el desfile. De ninguna forma te puedes meter en medio del desfile, para eso hay que tener acreditación especial o ir con alguno de los grupos. Ni intentes colarte, que los policías están atentos.
Otro hecho curioso es que para cruzar de manzana en manzana siguiendo la 5ª avenida, no se puede hacer directamente por el paso de peatones, como sería lo normal, sino que hay que caminar por la calle perpendicular a la avenida hasta encontrar el paso habilitado para peatones. Así no se forman aglomeraciones.
Si quieres ver el desfile de San Patricio y no quieres estar 6 horas sentado observando cómo pasan grupos militares y bandas de música, mi recomendación es que te acerques hasta alguna parada de metro cercana al final del desfile, y vayas andando por la 5ª avenida al contrario de la marcha. Así verás más y cuando te canses, siempre puedes marcharte del desfile sin problemas.
St. Patrick en el Rockefeller Center
5ª Avenida durante el desfile de San Patricio
Gaiteros con kilt
Avanzar contra viento, marea y señales
Recomendaciones para ver el desfile de San Patricio en Nueva York
Dos recomendaciones muy simples: abrígate y vístete de verde. A mediados de marzo en la gran manzana sigue haciendo un frío que pela, e incluso puede haber nieve en Central Park, así que no te dejes llevar por la alegría del día y el brillo del sol y abrígate. Si te fijas en las fotos, verás que muchos de los participantes van con orejeras y guantes. Los que van con kilt son aguerridos escoceses que no le temen al frío, pues para ellos el fresco de marzo en Nueva York es como el verano al norte de Escocia.
El verde no puede faltar en cualquier fiesta de San Patricio, así como los tréboles, por lo que no lo dudes ni un momento para envolverte en el color de la esperanza, y ser uno más viviendo esta multitudinaria fiesta. ¡De verde todo es mucho más divertido! Deja la vergüenza en casa, porque seguro que encuentras a mucha gente aún más verde que tú.
Para ver el desfile dicen que uno de los mejores lugares son las escaleras del Museo Metropolitano (MET), dado que hacen de palco natural, aunque pueden estar bastante llenas, o si no, desde alguno de los ventanales de las tiendas que pululan por la 5ª Avenida, así como desde el mirador del Rockefeller Center o Top of the Rock.
Moda a lo St. Patrick
Público del desfile
Desfile por la 5ª Avenida
Banda de música por la 5ª Avenida
A parte del desfile por la 5ª Avenida, ¿hacen algo más en Nueva York?
Sí. Beber cerveza, a ser posible Guinness. Como en todos los lugares donde se celebra esta fiesta, el beber pintas de esta cerveza negra es lo que primero se nos viene a todos a la cabeza, y en Nueva York no iba a ser distinto. Todos los pubs ofrecen cervezas especiales de St. Patrick, e incluso las tiñen de verde. En toda la ciudad es fácil encontrar pubs plagados de banderolas verdes donde fluye el espíritu de San Patricio, en los que se celebra la fiesta durante toda la semana, siendo los días grandes la noche del propio 17 y los días de fin de semana más cercanos a esta fecha. La diversión está asegurada, y el incremento de precios en la bebida es de esperar.
Fiesta por la ciudad
Grupo de gaiteros
Banda de música
Desfile de San Patricio
5ª Avenida durante el desfile
El desfile de San Patricio en Nueva York es toda una fiesta en la ciudad, y si te coincide en tu viaje la celebración, no perdería la oportunidad de verla en directo, pero tampoco te esperes el desfase que se vive en Dublín u otras ciudades. Aquí todo es más calmado, aunque es una ocasión única para ver el Empire State Building de verde mientras te tomas una pinta de cerveza negra a orillas del río Hudson.
Más información para vivir el desfile de San Patricio en Nueva York:
Bajarse del tren de alta velocidad y encontrarse la estación llena de basura, como si estuviera en plena hecatombe zombie, era lo último que me esperaría de la ciudad que, en un arrebato comparador, coloqué a la cabeza de mi particular top de capitales españolas. Qué asco. Al salir de esa pocilga llamada estación y andar cuatro pasos, volvió a inundarme ese añorado olor a cítricos, naranjos, azahar y limones. Me brotaron las lágrimas. Había vuelto a Córdoba, 15 años después, y era tal cual la recordaba.
Puente romano de Córdoba
El faro de la mezquita – catedral, comúnmente llamado minarete, guió mis pasos hasta el hotel, que se encontraba a pocos metros de esta. Por el camino, totalmente de noche, no dejaron de asaltarme los recuerdos de la frugal visita que tan hondo me había calado. Los jardines del paseo de la Victoria, la muralla, todo seguía como siempre y a la vez, como nunca. A cada paso veía una foto. El reflejo de la luna en el suelo adoquinado, el susurro de los pequeños canales de agua, el frescor del naranjo recién florecido, la alegría de las risas que provenían de los bares, la imponente sobriedad de los arcos rojiblancos de la mezquita. Todo en Córdoba me parecía un sueño.
Esta vez tenía tres días por delante para conocer cada rincón y cada calleja de esta ciudad tan andalusí. Un difícil reto, más aún cuando todos los lugares que te atrapan de Córdoba los encuentras por accidente, al igual que aquel que encontró un atajo, y ni corto ni perezoso, bautizó así a la estrecha callejuela: He encontrado un atajo.
Torre minarete de la Mezquita – Catedral de Córdoba
Alegría sureña
Cuesta del Bailio
Callejuela bajo la lluvia
Calle del Pañuelo
Me puse en marcha con unos más que viejos playeros y con mi inseparable cámara, que seguro vio más de lo que aquí reflejo. Sé que los jardines del Alcázar de los Reyes Católicos le encantaron, pues ni corta ni perezosa sacó fotos, desde las profundidades de los baños árabes, hasta del último de los chorritos de los estanques junto a los que las ancianas parejas volvían a sentirse como recién enamorados.
Sé que los lugares altos son su debilidad, por eso el primer sitio al que la llevé, bien temprano por la mañana, fue a lo alto de la torre de la Calahorra. La exposición no le interesó lo más mínimo, pero las vistas desde la puerta de Córdoba: eso era otra cosa. Incomparable en altura es el faro torre minarete de la Mezquita – catedral de Córdoba, pero, aun a pesar de su tamaño, la panorámica no es tan evocadora como la de la torre de la Calahorra. Cuestión de perspectiva, supongo.
Guadalquivir y Mezquita – Catedral
Iglesia cordobesa
Beso en el Alcázar de los Reyes Católicos
Jardines del Alcázar de los Reyes Católicos de Córdoba
Y desde lo alto del faro torre, me arrastró hasta el interior del lugar que ha puesto a Córdoba en el mapa de todos los japoneses y amantes del buen arte: la antigua mezquita, reconvertida burdamente en catedral. Sus inconfundibles arcos entre penumbra, apenas iluminados por las primeras luces, son toda una delicia para los sentidos, con lugares tan delicados como el mithra, que soberbiamente crearon los antiguos árabes andalusíes usando únicamente motivos geométricos. Dicen que aquí de noche se vive el Alma de Córdoba, pero no sé si fue porque le prohibieron recordar la visita a mi cámara, o porque recorrer un sitio mágico en manada siguiendo las instrucciones de los guías va contra su espíritu, que esta nueva interpretación no le gustó nada.
Mucha más alma había en las Caballerizas reales con el espetáculo de Córdoba ecuestre, lugar en que jinetes y caballos andaluces bailan todas las noches al son de sevillanas, en una animada fiesta llena de duende.
Espectáculo ecuestre de la escuela de equitación
Arcos de la Mezquita de Córdoba
Calleja de las flores
Carro de caballos cordobés
Baños árabes Hammam
Hablando de color, los patios de Córdoba son una agradable explosión cromática muy del gusto de ella, que vestida con el filtro polarizador, se lo pasó genial admirando los patios del Palacio de Viana. Una docena conoció, todos ellos con su propio carácter, además de recorrer los entresijos de la noble vivienda. No contenta con ello se acercó hasta el premiado patio de Marroquíes, otro de tantos patios emblemáticos de este antiguo califato.
En ningún momento le flaquearon las ganas de descubrir rincones como el del pañuelo, el de las flores, el de las cabezas o el de Pedro Mora, a pesar de las tentaciones que encontraba en el camino del tipo de Desaparezca aquí o señales de peligro tan claras como Cuesta pero mato. Siempre atenta a los detalles, en el momento de guardarla en la mochila para partir de Córdoba, me confesó que la luz y alegría que había visto en este laberinto árabe la habían cautivado.
Mezquita desde lo alto del Minarete
Patio del Palacio de Viana
Biblioteca del Palacio de Viana
Cristo de los faroles (o de las antenas)
Calles de Córdoba
Y eso que no paladeó los flamenquines, la berenjena con miel, el bacalao con naranja, ni se rió con las bromas continuas de los cordobeses, ni descubrió cómo de bonita huele Córdoba. Lo que es seguro, es que volverá en mucho menos tiempo que yo.
Información para visitar Córdoba:
Dónde dormir: Hotel Posada de Vallina 3*. Bonito hotel al lado de la mezquita, en pleno centro, con buen desayuno.
Color. Eso es lo que más recuerdo de Campeche, una apacible ciudad bañada por las aguas del golfo de México, en la que historia y tradición van de la mano. Por sus calles se respira la alegría de sus gentes, las leyendas de piratas, que tanto saquearon en estas aguas, y el picante de una de las mejores gastronomías del país.
Calle 10 con Calle 59
Salta a primera vista por qué es tan especial Campeche, ¡tiene muralla! A ojos de un español, esto puede ser lo más normal en una villa antigua, tan acostumbrados como estamos a ciudades como Ávila, Toledo o Cáceres, pero estamos en México, y aquí es toda una rareza. Campeche es la única ciudad amurallada de todo el país.
Y lo es por una buena razón: la piratería. Cuando los conquistadores españoles fundaron San Francisco de Campeche al lado de la costa (así se llama realmente, aunque todos lo resumimos como Campeche), no se imaginaban que apenas un siglo después, la pequeña villa iba a ser el foco de atención de los piratas.
El palo de tinte o palo de Campeche era el culpable. Esta planta, muy abundante en la península del Yucatán pero desconocida en Europa, se usaba para teñir de un bonito color tinto la ropa, siendo tan apreciada que los piratas y otras potencias atacaban a los barcos españoles para hacerse con su exótica mercancía.
Calle de Campeche
Catedral de Campeche
Jugando en el parque con las palomas
Entre ellos se encontraba el ilustre Francis Drake, que no se perdía ninguna batalla.
Cuenta la leyenda que cuando el pirata inglés quiso pedir en una cantina campechana una bebida maya de la que salía una hierba, la llamó Cock´s Tail (cola de gallo), inventando así la palabra cóctel.
Cansados del pillaje, se propuso una magnífica idea: rodear la ciudad con una muralla. Igualito que en España, pero con un toque más afrancesado, pues de ahí era originario el arquitecto.
En 1704 terminaron las obras para fortificar Campeche, con un muro de casi 2600 metros de longitud que unía los diferentes baluartes existentes. Parece que la obra dio buen resultado, ya que se conserva gran parte del casco histórico de Campeche, de un colorido estilo virreinal barroco que da gusto ir descubriendo a cada paso. En 1999 fue proclamado Patrimonio de la Humanidad, tal es su importancia.
Moto con 4 plazas
Escalera señorial de la Mansión Carvajal
Gallina poniendo huevos en la Calle 59
Un buen paseo por Campeche empieza en la plaza frente a la Catedral de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, un acogedor parque en el que irse acostumbrando al relajado ritmo campechano, al sol tropical y a la alegría de la gente.
De la Catedral al lado de la plaza poco puedo decir, a parte de que es más imponente su nombre que la construcción. Su estilo sobrio y funcional deja claro que se construyó para acoger a los fieles en sus celebraciones y a los habitantes en caso de ataque, más que para alardear de las riquezas de la iglesia.
En el otro lado de la plaza está el Centro de Cultura Casa Nº6, y tras este curioso nombre, se halla un pequeño museo en el que conocer cómo era una vivienda campechana de clase alta en el siglo XVIII.
Habitación de clase alta en la Casa Nº6
Entrada a un banco reconvertido en hotel
Baile de los viejitos
Lo mejor de la visita son las historias del guía, que te cuenta cosas como de dónde viene la maldición de tener 7 años de mala suerte al romper un espejo, la afición por las colas de gallo de Francis Drake, o que la palabra campechano, viene realmente de los habitantes de Campeche. Tan cordiales y sencillos son.
Siguiendo la calle 8 (curiosa numeración la de las calles, subtitulado siempre por el nombre que tenían antes del cambio), llegaremos al Baluarte de la Soledad, que protegía la Puerta del Mar, el mayor de los baluartes construidos para contrarrestar a los piratas. En su interior está el Museo de Historia de la Ciudad.
Paralela a la calle 8 está la calle 10, en la que encontraremos grandes ejemplos de esa arquitectura virreinal barroca, pero con unos usos un tanto diferentes a los originales.
Hamacas de colores
Claustro del Instituto Campechano
Terrazas en la Calle 59
Así, el Palacio Municipal es el actual ayuntamiento de Campeche, en el que podemos visitar su patio interior. Muy cerca está el Instituto Campechano, un antiguo convento jesuita cuyo colorido claustro tampoco me olvidaría de visitar.
Seguro que a ti también te gustan las artesanías, pero las de verdad, esas que se nota que son del lugar e incluso ves que muchos de sus habitantes todavía las usan. La Casa de Artesanías, situada en la misma Calle 10, tiene una especie de museo donde muestra cómo se usaban muchos de los artículos que exponen. Cuidado al entrar en esta casa, porque quedarás irremediablemente enamorado de las hamacas.
Por último, la Calle 59 es un batiburrillo de bares, galerías, tiendas y obras de arte, todo ello envuelto en el especial colorido de Campeche. Al final de la Calle 59, hacia el interior, está la Puerta de Tierra, marcando el final del casco histórico.
Entrada al fuerte de San José
Jeroglíficos mayas
Plaza central y catedral de noche
No me iría de Campeche sin visitar el Baluarte de San José, a las afueras de la ciudad. Es un estupendo ejemplo de cómo era una fortificación de aquella época, y en la que además aprenderemos un poco más de la cultura maya, ya que aquí está el Museo de Arqueología Maya y Colonial, con gran cantidad de piezas recuperadas de la Ciudad Maya de Calakmul.
Sobre estas murallas es fácil imaginarse cómo serían aquellos tiempos de bucaneros y filibusteros, de pillaje y contrabando. Unos tiempos difíciles, pero que fueron incapaces de borrar la sonrisa de los campechanos.
Información útil para visitar Campeche:
Esta es una de las ciudades más seguras de todo México. Se puede andar por el centro sin precauciones especiales tanto de día como de noche.
Al ser una ciudad tropical, durante todo el año hay un clima caluroso, con temperaturas medias de 26º. La época de lluvias es de junio a septiembre.
Córdoba es una ciudad ideal para visitar en un fin de semana, ya que se ve perfectamente en 2 o 3 días. Además, la mejor época para visitarla es en primavera u otoño, cuando el calor no aprieta tanto y seguramente tengamos un puente para acercarnos unos días a disfrutar de mi ciudad preferida de España. En esta guía me gustaría contarte como sería mi itinerario perfecto para visitar Córdoba, aprovechando al máximo el tiempo y visitando los lugares en el mejor momento para hacerles fotos. ¡Acompáñame!
Córdoba al atardecer desde el puente romano
Día 1, viernes. Medio día
Una vez arribado a Córdoba y dejado nuestras maletas en el alojamiento (un poquito más adelante te doy ideas para buscar la mejor zona para alojarte en Córdoba), empezaría descubriendo el antiguo califato por el origen de la ciudad, el río Guadalquivir.
Seguramente tardes en llegar hasta el puente Romano un rato más de lo planeado, de tantas cosas bonitas que vas a encontrarte por el camino, y que te pararás a fotografiar.
No hay problema, la tarde es larga y es el primer día, así que tómatelo con calma, pero no demasiada que la Torre de la Calahorra cierra un poco temprano, y subir hasta lo alto de la antigua torre defensiva nos ofrece una de las vistas más bonitas de Córdoba, ideal para ir situando los diferentes monumentos.
Puente romano de Córdoba
Los tres pisos de la torre contienen el pequeño museo vivo del Al-Andalus, en el que conocer un poco más de aquella época de esplendor, y ver la Mezquita de Córdoba de una forma un poco diferente.
El atardecer estará al caer, así que disfrutarlo desde el puente romano o desde la rivera es una experiencia que no me perdería por nada del mundo al visitar Córdoba. Lo sé, sale en todas las postales y está muy visto, pero eso no quita para que sea precioso.
Para terminar el día, el espectáculo ecuestre de las caballerizas reales nos mostrará el duende y el arte que tienen en Andalucía en la doma del noble caballo español. Todo un espectáculo donde conjugan con gran maestría los movimientos de los caballos con las tradiciones más asentadas en esta tierra.
Tras la cena, conviene ir pronto a dormir, que el día siguiente será un día muy intenso, y en el que hay que madrugar si quieres ahorrarte unos euros.
Espectáculo ecuestre de las caballerizas
Día 2, sábado. Día completo
Nos levantamos con las primeras luces del alba para aprovechar bien el día conociendo Córdoba, y la primera visita será el monumento más famoso de esta ciudad, la Mezquita Catedral.
Hasta las 9:30 es gratis la entrada, así que como dice el refrán, a quien madruga, Dios le ayuda (ya sea el cristiano, el musulmán o cualquier otro). Al ir bien temprano, podremos visitar esta excepcional mezquita sin agobios, con el mágico ambiente que tiene el patio de los naranjos por la mañana, y disfrutando del ambiente místico de esta gran mezquita, la segunda mayor del mundo tras la Meca, e igualada con la Mezquita Azul de Estambul.
Si no fuimos capaces de madrugar, podemos retrasar la visita para más adelante, o hacerla al día siguiente.
Un gran monumento en el que seguro disfrutaremos mucho entre sus infinitas columnas y el luminoso Mihrab. No tenemos que olvidarnos de subir a la torre campanario, abierta hace muy poco, y para la que hay que coger una entrada diferente que para la Mezquita.
Torre de la Catedral de Córdoba
Interior de la Mezquita Catedral de Córdoba
La torre campanario de la mezquita es el edificio más alto de Córdoba, así que a 54 metros de altura, puedo decir que se ve todo perfectamente. Si el día anterior habíamos visto las riveras del Guadalquivir desde la torre de la Calahorra, ahora veremos el centro histórico desde su corazón.
Tras la mezquita, continuaría mis pasos hacia el Alcázar Real. Me recordó a una Alhambra en pequeñito, con sus murallas, torres y esos maravillosos jardines árabes donde los chorritos de agua nunca cesan de murmurar. Desde fuera parece más pequeño de lo que realmente es, pues no se aprecia la extensión de los jardines, así que estima entre 1 y 2 horas para pasear por todos los rincones de este auténtico palacio.
Desde lo alto de la torre veremos las caballerizas reales, en las que estuvimos la pasada noche viendo el espectáculo ecuestre, y las murallas de Córdoba.
Y ahora sí, es el momento de conocer el rico casco histórico, así que preparate para callejar y perderte por este laberinto de pequeñas callejuelas en las que hay sorpresas en cada esquina.
Fuentes del Alcázar de los Reyes Católicos
Columnas del templo romano
Como seguir una ruta de calles es algo muy aburrido, y lo que más gusta de Córdoba es encontrar esos rincones que la hacen tan especial, te voy a listar algunos nombres de calles por las que pasaría sí o sí, empezando por la antigua Judería.
Zona de la Judería. Calle Judios, Plaza de Maimónides y Sinagoga. La casa Sefarad sólo la recomiendo si te interesa mucho la historia de los sefardíes.
Calleja de las flores. Al lado de la Mezquita,
Calleja del pañuelo. Cerca de la mezquita y de la plaza de la concha.
Calle Cabezas. Con varios patios a ver.
Calle Portillo. Un pequeño rinconcito típico cordobés.
Plaza de las Tendillas. El centro moderno.
Cuesta del Bailío, con el cristo de los faroles y el convento de los capuchinos.
Hay infinitas calles más a visitar, pero estas son algunas de las más emblemáticas y mejor cuidadas del centro histórico. Seguro que te encantan, y en tu recorrido, encontrarás grandes opciones para comer.
Nuestros pasos nos llevarán hasta el Patio de Viana, un poco alejado del centro, por lo que de camino no deberíamos perdernos la calle Cabezas, el Cristo de los Faroles, la cuesta del Bailío y el templo Romano.
El Palacio de Viana es un antiguo palacio en el que sentiremos el arte de los patios de Córdoba durante todo el año. Fue una de las visitas que más me sorprendió, ya que no me lo esperaba, y me encantaron todos sus patios. Mi favorito, el de la fuente de estilo árabe, por supuesto. Puedes leer más sobre el Patio de Viana en este artículo.
¿A que te ha gustado el Patio de Viana? Pues vamos a callejear un poco más para hacer hambre para la cena. Como estamos un poco alejados del centro, vamos a aprovechar y conocer una Córdoba un poco menos turística.
Calleja de las flores
Nos dirigiremos de nuevo hacia el Guadalquivir, pasando por la Plaza de la Corredera, un lugar ideal para un café de media tarde, y que no se porqué, me recordó a la Plaza Mayor de Madrid.
La Parroquia de San Francisco, a un lado de la Calle de San Fernando, tiene su interés, sobre todo por los santos iluminados de noche. Muy cerquita está la Plaza del Potro, la misma que nombró Cervantes en el Quijote, y que bien recuerda una placa cerca de la pequeña escultura del potro.
Esta plaza se podría decir que es el núcleo artístico de Córdoba, pues aquí está el Museo de Bellas Artes de Córdoba, el Museo Julio Romero de Torres (pintor cordobés especialista en retrato) y el Centro flamenco Fosforito (uno de los cantantes flamencos más reconocidos).
Todos son museos interesantes si te gusta la materia de la que trata. Si ninguno te llama especialmente la atención pero quieres ir a alguno de ellos, entraría en el Museo Julio Romero de Torres, ya que en sus cuadros plasmó una Andalucía que se siente muy cercana.
El día está tocando a su fin. Despedimos al sol desde el Puente de Miraflores, que al lado tenemos un montón de bares y restaurantes para alargar la noche todo lo que queramos. Por suerte, el domingo no tendremos que madrugar mucho.
Potro de la plaza del Potro
Museo Julio Romero de Torres
Fachada con arte
Día 3, domingo. Medio día
Último día en Córdoba, y como seguro que estarás un poco cansado de tanto caminar el día anterior, vamos a tomárnoslo con calma, así que un paseíto a la sombra de los árboles del Paseo de la Victoria es un plan más que apetecible.
En el renovado Mercado de la Victoria puedes degustar tapas de alta cocina, que aunque no sean muy baratas, seguro que te sorprenderán con sus innovadores sabores.
Si quieres relajarte aún más, puedes acercarte hasta los baños árabes Hammam Al Ándalus, que tienen una decoración preciosa.
Como ves, Córdoba es, y fue, una gran ciudad, la mayor de Europa en su tiempo, con una historia que apetece conocerla de lo interesante que es. Dos días no es mucho tiempo, pero si el suficiente para visitar los mayores monumentos de Córdoba sin tener que correr demasiado.
Parroquia de San Francisco
Baños árabes Hamman
Qué platos son típicos de Córdoba
La gastronomía cordobesa da para muchos artículos, pero en una visita de dos días a Córdoba, probaría los flamenquines, la ensalada de bacalao, el rabo de toro, las berenjenas fritas con miel, los boquerones en vinagre, el pastel cordobés, y el resto de variadas tapas que encontraremos en la multitud de restaurantes y bodegas que hay en el centro histórico.
El salmorejo es todo un clásico, ideal para los días calurosos, encontrando en la mayoría de los bares su versión más tradicional, y en el mercado de la Victoria elaboraciones con un toque moderno.
Flamenquín
Calleja del Salmorejo Cordobés
Cuáles son los mejores miradores de Córdoba
Córdoba es una ciudad muy llana, sin grandes alturas, por lo que cualquier torre un poco alta es un gran mirador. Teniendo en cuenta los horarios de apertura de algunos de ellos, mi elección para hacer las mejores fotos de Córdoba sería:
Torre de la Mezquita. Visitar al amanecer, pues cierra muy temprano. Buenas vistas al patio de los naranjos y al casco histórico.
Torre de la Calahorra. Vistas a la rivera del Guadalquivir y a la mezquita. Ideal por la mañana, ya que también cierra muy temprano.
Puente Romano. Lugar emblemático para contemplar y fotografiar al atardecer, ofrece muchas posibilidades sin tener que preocuparnos de horarios, pues es en plena calle.
Torre del Alcázar real. Mejor por la mañana, por los horarios que tiene. Una vista de la muralla de Córdoba y de las caballerizas muy interesante
Puente Miraflores. Un puente moderno para disfrutar tanto al amanecer como al atardecer.
Vistas desde la torre de la Catedral
Vistas desde la torre del Alcázar de los Reyes Católicos
Dónde dormir
Si vas pocos días, busca un lugar cerca de la Mezquita, ya que ahorrarás mucho tiempo en desplazamientos para llegar al casco histórico, que es el más interesante para nosotros como visitantes.
Los precios en pleno centro no son bajos, así que una opción más económica y con establecimientos más modernas es cerca del Paseo de la Victoria, muy bien comunicado por transporte público, y a un paso del centro.
Durante mi estancia estuve en la Hacienda de Vallina 3*, una antigua hacienda típicamente andaluza situada justo detrás de la Mezquita, con un buen servicio y una bonita decoración. Una gran opción para visitar Córdoba sin tener que recurrir al transporte público.
Habitación del Hacienda de Vallina
Patio interior del hotel Hacienda de Vallina
Cómo llegar hasta Córdoba
Desde Madrid, la mejor opción es el AVE, que en apenas 2 horas nos llevará desde Atocha hasta la estación de Córdoba. Por carretera, el desplazamiento se duplica, llegando a las 4 horas siguiendo la autopista A-4.
Córdoba tiene aeropuerto, pero no cuenta con vuelos comerciales, por lo que el aeropuerto más cercano es el de Sevilla, situado a 2 horas en coche o 1 hora en AVE.
Otra opción es ir desde Málaga, con un gran aeropuerto, y desde aquí se tarda prácticamente lo mismo en AVE que en vehículo rodado, una hora y media larga.
Puerta de la Mezquita Catedral
Calle de Córdoba
Estatua a los patios de Córdoba
Guía de viajes para descubrir Córdoba en un fin de semana:
Qué visitar
Mezquita Catedral de Córdoba. Tiene diferentes tipos de visitas.
– Visita normal. 10:00 a 19:00. Adultos 8€, reducida 4€. Gratis de 8:30 a 9:30 de lunes a sábado.
– Torre. Acceso cada 30 minutos, entre las 9:30 y las 18:30. Entrada 2€
– Alma de Córdoba. Visita nocturna con espectáculo de luz y sonido muy bien realizado. Me gustó más la visita normal a la mezquita que este show en el que no se pueden hacer fotos. Hay varios pases que dependen del mes. Adultos 18€, reducida 9€.
Alcázar real de los Reyes Cristianos
8:30 a 15:00 del 15 de junio al 15 de septiembre
8:30 a 20:45 del 16 de septiembre al 15 de junio
Lunes cerrado
Adultos 4,5€. Niños gratis. Acceso gratis de 8:30 a 9:30 de martes a viernes.
Espectáculo nocturno en el Alcázar, Luz de las Culturas. Todos los días a las 22:00, 23:00 y 24:00. 4,50€. Posibilidad de reserva online.
Palacio de Viana, jardines 10:00 a 19:00 de septiembre hasta julio.
9:00 a 15:00 julio y agosto.
Lunes cerrado.
Adultos visita completa 8€, sólo patios 5€.
Torre de la Calahorra, museo vivo del Al-Andalus
10:00 a 18:00 entre octubre y abril.
10:00 a 14:00 y 16:30 a 20:30 entre mayo y septiembre
Adultos 4,50€. Reducida 3€. Niños menores de 8 años gratis.
Baños del Alcázar Califa. Descubre los restos de unos baños árabes, al lado del alcázar. Visita breve.
8:30 a 20:45 del 16 de septiembre al 15 de junio.
8:30 a 15:00 del 15 de junio al 15 de septiembre.
Lunes cerrado.
Adultos 2,50€. Menores de 14 años gratis.
Sinagoga de Córdoba. Pequeña sinagoga muy coqueta.
10:00 a 14:00 y 15:30 a 17:30 de martes a sábado.
10:00 a 14:00 domingos y festivos.
Lunes cerrado.
Entrada gratuita para ciudadanos UE.
Museo Julio Romero de Torres. Museo del pintor cordobés.
8:30 a 20:45 del 16 de septiembre al 15 de junio.
8:30 a 15:00 del 15 de junio al 15 de septiembre.
Lunes cerrado.
Adultos 4,50€. Menores de 14 años gratis.
Centro flamenco Fosforito. Posada del potro. Ideal para amantes del flamenco y para ver un patio tradicional.
8:30 a 20:45 del 16 de septiembre al 15 de junio.
8:30 a 15:00 del 15 de junio al 15 de septiembre.
Lunes cerrado.
Adultos 2€. Menores de 14 años gratis.
Museo arqueológico. Recorrido por la historia de la ciudad, con restos de todas las épocas.
8:30 a 19:30 del 16 de septiembre al 15 de junio.
8:30 a 15:30 del 15 de junio al 15 de septiembre.
Lunes cerrado.
Acceso gratis ciudadanos UE.
Mercado Victoria.
10:00 a 1:00 por semana. Hasta las 2:00 fines de semana.
Museo Taurino. Sólo para amantes de la tauromaquia.
8:30 a 20:45 del 16 de septiembre al 15 de junio.
8:30 a 15:00 del 15 de junio al 15 de septiembre.
Lunes cerrado.
Adultos 4€. Menores de 14 años gratis.
Casa de Sefarad. Sólo recomendable si te interesa mucho la historia de los sefardís.
10:00 a 18:00 diariamente
Adultos 4€, reducida 3€.
Qué hacer
Espectáculo ecuestre en las caballerizas reales.
Julio: miércoles, jueves, viernes y sábado 21:30h
Agosto. 1 al 16, miércoles, viernes , sábado y domingo 21:30h. 17 al 31: miércoles, viernes, sábado y domingo 21:00h
Septiembre. 1 al 20: miércoles, viernes, sábado y domingo 21:00h. 21 al 30: miércoles, viernes y sábado 20:00h. Domingo 12:00h
Octubre, Noviembre y Diciembre. Miércoles, viernes y sábado 20:00h Domingo: 12:00h
Adultos 15€. Reducida 10€.
Baños árabes Hamman. C/ Corregidor Luis de la Cerda, 51.
Distintos baños y masajes desde 24€.
Dónde dormir
Hacienda de Vallina 3*. Bonito hotel situado justo detrás de la Mezquita, en una antigua hacienda típica cordobesa. Habitaciones un poco pequeñas. Desde 95€ habitación doble.
Dónde comer
Casa Pepe el de la Judería. Calle Romero nº1. Un clásico cordobés en pleno centro. Buena calidad y precios contenidos.
La bicicleta. Calle Cardenal González, 1. Bar de tapeo moderno inspirado en las bicicletas. Buen precio.
La cazuela de la espartería. Calle Rodríguez Marín, 16. Taberna típica donde probar buenos platos en tapas o en menú. Buen precio.
Hay ciudades que en apenas una tarde te conquistan y te dejan con las ganas de volver a repetir, de seguir descubriendo sus rincones. Esto me pasó con Brescia, una pequeña ciudad de la Lombardía italiana que visité durante mi estancia en Milán, y que tuve la suerte de volver a visitar pasados unos meses. Es una ciudad pequeña, fácil de visitar en un día si te organizas bien, y con muchos lugares preciosos para ver.
Piazza Loggia al atardecer
Su cercanía con Milán, a tan sólo 1:30 en tren, o con Bérgamo, a poco más de 1 hora, hace de Brescia una ciudad ideal para visitar durante nuestro recorrido por el norte de Italia y la región de Lombardía.
Recorrido de 1 día por Brescia
El tren es la forma ideal para llegar hasta Brescia. La estación central está a un paso del centro, y podemos llegar andando a todas partes.
Aunque Brescia es una ciudad pequeña, con apenas 200.000 habitantes, tiene metro (uno de esos ultra modernos, sin conductor, como los de los aeropuertos), pero mejor visitar la ciudad a pie, que estamos en Italia, y aquí “tutto è bello“.
Para llegar hasta el centro, lo mejor es seguir la calle Corso Martiri Della Libertá, situada al oeste. Aquí encontraremos la primera iglesia que merece una visita, Santa Maria dei Miracoli. No quiero ser muy pesado con las iglesias, pero ya sabes, esto es Italia y aquí son unos auténticos artistas en lo que a templos religiosos se refiere.
Piazza della Vittoria
La fachada de Santa Maria dei Miracoli es una obra de arte del renacimiento, donde nos quedaremos embobados viendo el detalle de los faunos, ángeles y animales. Una maravilla. Su interior, mucho más grande de lo que parece por fuera, es un poco aburrido, pero en 2 minutos lo tendremos visto.
Seguimos hacia la Piaza della Vittoria, la más fea de las tres plazas principales de Brescia. De estilo fascista, el antiguo edificio de correos (lo reconoceremos por el cartel de Poste e Telegrafi), es el máximo exponente de esta época tan lúgubre.
La cercana Vía Dante es la principal calle de tiendas y boutiques de alta calidad, por lo que cuidado con las tarjetas de crédito. Si nos fijamos con atención, encontraremos una estatua sin nariz en una de las esquinas de la calle, Il Mostasù delle cossere. Cuenta la leyenda que durante una de tantas invasiones a la ciudad, el invasor, además de expoliar al a ciudad, quería cortar la nariz a todos los brescianos por su bravuconería en la batalla. Al final llegaron a un trato y sólo le cortaron la nariz a las estatuas.
Soportales de Piazza Loggia
Leyendas a parte, llegamos a realidad de la Piazza Loggia, una de las plazas más bonitas de Brescia, con sus soportales, su reloj astronómico frontal y trasero (me recordó mucho al de Praga) y sus cafeterías donde disfrutar de un buen expreso al calor de la tarde.
Nos podemos pasar un buen rato dando vueltas por la Piazza Loggia, antes de llegar al corazón de Brescia: la Piazza Paolo VI.
La Piazza Paolo VI, a falta de una catedral, tiene dos: la vieja y la nueva. Sencilla y efectiva forma de llamarlas, ¿no?
Piazza Paolo VI con catedrales nueva y vieja
La Catedral nueva (Duomo Nuovo) es la más monumental y resplandeciente con su blanca fachada, así como su gran cúpula, la tercera más grande de Italia tras la de San Pedro en Roma y la de Santa Maria en Florencia. Iniciadas sus obras en 1604, no es que sea precisamente moderna, pero es que la catedral vieja (Duomo Vecchio), es del siglo XI.
Ambas son impresionantes. La nueva por su profusión de pinturas, bajorrelieves y colorido, y la Catedral vieja (Duomo Vecchio) por todo lo contrario. Su sobriedad y forma redondeada te cautivan mientras vas descubriendo los rincones de esta antigua catedral románica asentada sobre una antigua basílica.
La Piazza Paolo VI también está repleta de cafeterías, así que no puede decirse que visitar Brescia sea muy cansado.
Palazzo dei Governo con caras
Continuemos, que aún falta por ver lo más importante, la zona arqueológica de Brixia y el Museo de Santa Giulia (sí, un museo, pero te prometo que este mola).
En la calle Via Musei nos adentramos en la zona más antigua de Brescia, y se nota: las estrechas callejuelas, los edificios medio torcidos, y cosas tan extrañas como el antiguo horno con chimenea que hay entre Via Musei y Via Gasparo da Saló, no dejan lugar a dudas. Esto es medieval.
Darse una vuelta por este entramado de callejuelas de sabor tan italiano es más que recomendable. Hay veces que parece que estás en un pequeño pueblo, aunque estemos en pleno centro de la ciudad. Fíjate en la fachada del Palazzo del Governo, que seguro que te sorprenden las curiosas caras que tiene.
Recinto arqueológico del foro romano
Columnas del foro romano
Siguiendo por la Via Musei llegamos hasta el foro romano. Que las cuatro columnas que se ven y los pocos restos de la zona no te desilusionen, lo bueno está dentro, en el santuario del siglo I que se ha conservado gracias a la destrucción de toda esta zona romana hace muchos siglos y a su uso como basurero.
El santuario de Brixia, protegido por un recinto con atmósfera controlada en el que hay que entrar cruzando puertas presurizadas, como si de una nave espacial se tratara, tiene unos frescos imitando piedras nobles, como el mármol, que son alucinantes. Más de 2.000 años tienen, y por mucho que los mires fijamente, cuesta ver que realmente no son de roca maciza.
Frescos romanos de Brixia
El otro lugar Patrimonio de la Humanidad de Brescia, junto al recinto romano, es el Museo de la ciudad, el de Santa Giulia. ¿Un museo Patrimonio de la Humanidad? Pues sí, porque además de albergar 11.000 piezas sobre la historia de los celtas, romanos y lombardos (el pueblo del noreste de Europa que hizo de Brexia su capital) en Lombardía, es un antiguo monasterio con unas capillas (Basílica de San Salvatore y Santa María in Solario) donde estar a punto de sufrir el síndrome de Stendhal.
Dicen que este es uno de los museos más importantes del norte de Italia, sobre todo por la gran calidad de su exposición permanente. Los mosaicos romanos y el arte lombardo, junto a piezas como La victoria alada, Santa Giulia crucificada o la cruz de Desiderio, son dignos de admiración. Sólo por ver estas obras de arte en directo, merece la pena acercarse a Brescia.
Basílica en el museo de la ciudad de Santa Giulia
Además, también está la parte temporal con exposiciones de todo tipo. Nos podemos pasar varias horas en este museo, por lo que depende del interés de cada uno. Una visita normal, sólo parándose en los “greatest hits”, nos llevará fácilmente hora y media.
Y para terminar de conocer Brescia, ahora que el sol está bajando, tenemos que hacer un último esfuerzo para subir las cuestas hasta el Castillo de la ciudad, desde el que admirar el atardecer desde sus murallas.
Enclavado dentro de un pequeño bosque, el castillo es el mejor mirador sobre esta ciudad tan plana. Podemos visitar libremente las murallas y algunas torres. En su interior hay varios museos militares que no visité, por falta de tiempo, que un día no da para mucho más.
Al caer la noche, Brescia, como cualquier otra ciudad con encanto, se tansforma en otra distinta, más misteriosa, más íntima. Más auténtica.
Brescia es una ciudad pequeña, muy fácil de visitar, con tantos lugares bonitos que es pecado olvidársela por visitar otras con nombres más reconocibles.
Castillo de Brescia
Reflejos en la Piazza della Loggia
Imprescindibles en Brecia
¿Vas con prisa? Los lugares más bonitos de Brescia son:
Área arqueológica de Brixia. Entrar en el santuario Patrimonio de la Humanidad
Piazza Loggia con su reloj astronómico.
Piazza Paolo VI con sus dos catedrales, la vieja y la nueva.
Museo de la ciudad, Santa Giulia, visita a los mosaicos y capillas.
Castillo de la ciudad.
Piazza Loggia con reloj astronómico
Mejor mirador de Brecia
Las mejores vistas a Brescia y su entorno las tenemos desde las murallas del Castillo, a las que se accede libremente. Es el lugar más elevado de la ciudad, así que desde aquí veremos dónde termina la urbe, e incluso los Alpes.
En la ciudad hay varias torres, pero su acceso está cerrado para los turistas, por lo que hay que conformarse con el castillo..
Vista general del casco histórico de Brescia
Cómo llegar
La mejor forma de llegar hasta Brescia es en tren, pues la estación está muy cerca del centro y no tendremos que buscar aparcamiento, además de haber muchas conexiones con otras ciudades cercanas.
Si vamos en coche, hay autopista desde las principales ciudades cercanas, como Milán, Bérgamo o Verona. Encontraremos aparcamientos de pago cerca de la estación de tren, donde es buena idea dejar el coche, ya que ir en coche por el centro de la ciudad es casi imposible.
Cuenta la dama Historia una curiosa anécdota acerca de un gran pintor de antaño, sobre cómo aceptó joyas y diamantes a modo de pago por sus servicios artísticos a lo largo de una vida plena y exitosa, llena de reconocimientos y admiración tanto a su persona como hacia su trabajo. Tal curioso hombre no era otro que Peter Paul Rubens, amberino que vivió con un pie en el siglo XVI y otro en el XVII, sumergido en el periodo más brillante del Barroco.
Estación central de trenes de Amberes
Pero hay un fragmento que la Historia ha querido guardar para su disfrute personal, olvidando convenientemente compartirlo con la Humanidad y, durante varios siglos, hemos permanecido inmersos en una sombra parcial. No obstante, una mujer fue el detonante de este extraño relato, de esta increíble verdad:
«Lo primero que captaron sus ojos fue la magnificencia de la estación de Amberes, los destellos de la piedra, las impresionantes cristaleras, los suelos marmóreos que le sugerían grandes tableros de ajedrez… Había tanto que ver, tantos detalles, que se pasó allí un largo rato, sintiéndose como en otra época, algo steampunk, quizás.
Una mano agarró su brazo, sacándola de su burbuja de imaginación y devolviéndola a la realidad. Era la primera vez que visitaba la ciudad, pero habían venido por un único motivo, en modo visita exprés, y sabía que lo más probable era que no le diese tiempo a salir del Barrio de los Diamantes.
Estación central de trenes de Amberes
Hacia el mismo centro del mundo se dirigió (centro del mundo para ella, al menos). A cada negocio frente al que pasaba, se sentía más como una niña en una inmensa tienda de golosinas, pero, esta vez, las chucherías eran brillantes, no se comían y resultaban especialmente caras. La mano que la había sacado de la estación y la había guiado hasta su Barrio de Ensueño la invitó a cruzar una puerta refulgente y, con un perfecto inglés, pidió al dependiente, vigilante tras un luminoso mostrador, “su mejor anillo de compromiso, la obra de arte más bella que hubiera en su tienda”.
Al instante, el dependiente todo trajeado, con una medida sonrisa, sacó unas bandejitas a velocidad supersónica, mas sin despeinarse. La muchacha, ansiosa, casi se abalanzó sobre los anillos, observándolos bien de cerca, estudiándolos concienzudamente. Había auténticas bellezas, maravillas facetadas. Pero no. No encontraba “El anillo”. ¿No había nada más…impresionante?
Tienda de joyas con diamantes en Amberes
El dependiente parecía levemente molesto ante la sugerencia de que sus colecciones no eran lo bastante buenas para una pareja de novios. Se excusó con un leve y agradable acento francés y desapareció en la trastienda. Muestra tras muestra, fueron perdiendo la noción del tiempo todos los que en aquel comercio se encontraban, hasta que una suave alarma marcó el cierre inminente del establecimiento.
Y entonces ocurrió.
Un reflejo irisado captó la atención de la futura novia, quien se abalanzó sobre su diamantina presa cual puma hambriento y (no, no se lo comió) comenzó a dar saltitos de emoción contenida mientras esperaba a que el dependiente se la mostrara. Este, aliviado, sacó el estuche que lo contenía y se lo tendió con galantería a su clienta, que no cabía en sí de gozo.
Amberes al atardecer
¡Por fin! A partir de aquel momento, todo sería perfecto. Su vida resultaría la más feliz; su casa, la más hermosa; sus hijos, los más guapos y triunfadores; ella, la más envidiada. Ese anillo había marcado su destino… Pero no quería saber cuánto costaba, que seguro que eso le daría mala suerte. Lo pagaría su pareja, ella no tenía por qué preocuparse.
Salió con la joya ya en el dedo, luciéndola orgullosa. Se sentía como un ser superior, por encima del bien y del mal, invencible, inmortal. El resto del día fue perfecto y aún les iba a sobrar tiempo la jornada siguiente para dar una vuelta por aquella interesante ciudad que le había otorgado la felicidad absoluta, antes de tener que regresar a su hogar.
Una vez en el hotel cercano a la estación, terminaba ya de prepararse para acostarse, sin poder dejar de admirar cada poco el anillo en su mano, de moverlo ante las luces del tocador, como hipnotizada ante tanto colorido. Entre los brillos de la talla, creyó percibir algo más, dos puntos gemelos que… ¿la observaban? Dos ojos plenos de consciencia la vigilaban. Dos ojos provenientes del diamante engastado central de su anillo.
Atardecer a la vera del río
¡Tonterías! ¿Cómo iba a haber una persona “dentro” de una joya? Tanto admirarla no le estaba sentando bien. Entonces, una voz profunda surgió del anillo, haciendo vibrar su mano. La joven se giró hacia su pareja, haciendo un gesto hacia sus dedos, preguntándole con la mirada si había oído lo mismo que ella. Recibió un asenso silencioso por respuesta. Ambos permanecieron quietos y callados tras haberse sentado cada uno a un lado de la cama y haber colocado el anillo sobre las sábanas, entre los dos.
La voz volvió a reverberar más claramente en la habitación. Hablaba un perfecto español…antiguo, como el de las películas de época, con sus vuesas mercedes, sus aquestos loores, sus otramente habillados… Se presentó como Pietro Pauolo Rubens, pintor favorito de Su Majestad Felipe IV de España y, antes de que los novios pudieran siquiera articular palabra, se afanó en contarles su historia a la manera antigua que hoy parece tristemente perdida: como si de un cuento se tratara.
Pasaron la noche en vela escuchando al anillo (pero sin poder creerse una sola palabra). Supieron así que, a la muerte del artista de fama internacional, su conciencia había quedado atrapada en uno de los muchos diamantes que había ido “cobrando” a cambio de su trabajo. Incapaz, al principio, de hacer otra cosa más que ver el mundo pasar ante sí, distorsionada su visión debido a las paredes traslúcidas de su prisión, había tratado de comprender su situación, de hacer algo para controlar su existencia.
Rubens retratado en su casa de Amberes
Décadas le había llevado aprender a pasar de un diamante a otro, del mismo modo que un cangrejo ermitaño cambia de concha. Resultaba una empresa harto complicada en la que entraba en juego el ángulo de incidencia de la luz tanto en la joya de salida como en la de llegada. Pero, al menos, había recuperado su libertad, hasta cierto punto.
Mientras tanto, el hogar que había diseñado para él y su familia y en el que habría deseado permanecer había sido abandonado, quedando en ruinas. Tal cuestión le había acarreado muchas penas y sufrimiento. No obstante, con el tiempo, los rumores de que se pretendía reabrir la Rubenshuis, su casa, se habían ido tornando hechos y, cuando el trabajo de restauración hubo finalizado, su taller y morada convertidos en museo en honor a su persona, su motivación se limitó a hallar la manera de regresar.
La casa de Rubens en Amberes
El silencio se apoderó de la habitación de hotel cuando ya el cielo empezaba a iluminarse. La petición de Rubens era sencilla: la muchacha debía llevar el anillo a la Rubenshuis y ocultarlo en un falso hueco en una pared que solo el pintor conocía. Pero ella no podía deshacerse de su anillo, ¡era demasiado hermoso, demasiado perfecto! Sin él ya no podría ser feliz. No tenían dinero para comprar otra joya a la que enviar al artista para poder quedarse con la que ahora permanecía sobre la cama. Hablaron de destruir el diamante y así, quizás, liberar a Rubens, mas era un riesgo inasumible.
El pintor les suplicó una y otra vez; apeló a sus almas y su bondad; lloró su eterna soledad, anhelando al menos poder descansar eternamente junto a sus pinturas, su antigua vida; explicó a la joven que una joya no podía ser origen de felicidad, aunque quizá sí su estandarte. Quiso advertirla del peligro de quedar atrapado entre los reflejos de un diamante. No le fue posible, dado que la mujer, cabizbaja, recogió el anillo de la cama, lo guardó en su estuche y se lo entregó a su pareja, junto con un folleto en español relativo a la visita a la Rubenshuis. Este, boquiabierto, lo recogió sin decir palabra y se encaminó hacia el museo. Allí, hizo lo que debía, no sin dificultad (dada la férrea vigilancia de los guardias de seguridad), y regresó raudo al hotel. La pareja cerró sus maletas. Había un vuelo que coger.
Desconozco de qué manera se difundió el rumor sobre la joya de Rubens, pero muchos se desplazaron hasta la ciudad de Amberes, desde todas partes del planeta, con el afán de hallarla, codiciando el tesoro, anhelando un contacto con tan gran personaje histórico o, simplemente, pretendiendo publicidad. Todos regresaron a sus hogares con las manos vacías.
Tiempo después de que “la fiebre de la joya de Amberes” se suavizara, a un hogar cálido y feliz llegó un paquete. El matasellos era belga. Dentro, bien protegido bajo capas de plástico de burbujas, había un anillo de diamantes engastados, impresionante. Pero solo un anillo. Fue entonces cuando la familia decidió que ya era hora de irse de vacaciones a Amberes, una vez más».
Visitar la segunda mayor isla del Mediterráneo, tan sólo por detrás de la también italiana Sicilia, es una gran experiencia más allá de sus paradisíacas playas, su paisaje totalmente mediterráneo o su afamada costa Esmeralda. Para mostrártelo, te voy a resumir mi viaje de una semana por esta isla en las mejores sensaciones que me transmitió la tan cercana y desconocida Cerdeña.
Luna sobre Cerdeña
Colorida: con sus tonalidades esmeralda
Que tendrán las islas que sus aguas son asombrosas. Se puede comprobar en Malta, en El Hierro y creo que en cualquier otra isla. Pues en Cerdeña, la zona con las aguas más bonitas es la llamada Costa Esmeralda, como si esta piedra preciosa se hubiera fundido para bañar esta peculiar costa del noreste de Cerdeña. A parte de su intenso color, los grandes yates, las urbanizaciones de lujo y los Ferrari para ir a la playa son otros elementos característicos de esta costa en la que se dan cita grandes millonarios para disfrutar del verano.
Rincón de la Costa EsmeraldaAtardecer cerca de Capo Testa
Sabrosa: con algo más que pasta
Italia y la pasta son uno. Que si spaghetti, penne, farfale, fettuccine, tagliatelle, ravioli, tortellini… sus formas son infinitas, y en Cerdeña, más allá de la forma, han hecho de la pasta su plato más típico gracias al acompañamiento, añadiéndole ingentes cantidades de marisco. Que si gambones, mejillones, almejas, nécoras o incluso langosta y bogavante, la pasta con marisco es uno de los platos más típicos de la isla sarda.
Para que después digan que la pasta es aburrida.
Pasta con mariscoA parte de pasta también hay pizza en la playa
Histórica: como nos cuenta Alghero
Estando en el Mediterráneo, y entre grandes potencias históricas como España, Francia, Italia y Túnez, es de suponer que la historia de esta isla hasta sido más bien movida. Por sus tierras pasaron los fenicios, cartagineses, romanos, vándalos, godos y bizantinos, hasta que en 1324 entro a formar parte de la corona de Aragón, pasando a la casa de Saboya en 1713 en virtud del tratado de Ultrecht.
Estos siglos de la influencia aragonesa se notan en gran parte de Cerdeña, sobre todo en la coqueta ciudad fortificada de Alghero, que fue repoblada por catalanes tras una sublevación de la ciudad, y en ella se sigue hablando catalán.
Calle de AlgheroCiudad fortificada de Arghero
Fuerte: como sus nuragas
La maña para construir grandes estructuras en piedra no era una cualidad única de los romanos. Mucho antes de su llegada, en la Edad de Bronce, ya se construían grandes estructuras (para el momento) en piedra, siendo los más representativos los nuragas (nuraghes en sardo, nuraghi en italiano).
Estas estructuras megalíticas están esparcidas por toda Cerdeña, pudiendo encontrar más de 800 de ellas en la actualidad. La más grande, y por tanto la más famosa, es el Nuraghe di Barumini, cercana al pueblo de Barumini.
Con sus más de 20 metros de altura, esta mezcla de fortaleza – residencia – muestra de poder – almacén es toda una virguería del construir piedra sobre piedra. Visitarla es más que recomendable, sobre todo porque puedes visitar sus más íntimos secretos, como alguna que otra habitación secreta y el pasillo entre muros.
Nuraghe di BaruminiInterior del Nuraghe di Barumini
Relajada: con playas, playas y más playas
Si pensamos en una isla, lo primero que nos viene a la mente son playas, y en Cerdeña no iba a ser menos. A pesar de sus abruptos acantilados, en cualquier punto de la escarpada costa de Cerdeña encontraremos bonitas playas, tan sólo tenemos que buscar según nuestras preferencias.
¿Nos gustan las pequeñas calitas con aguas turquesa? Entonces la costa Esmeralda es nuestro lugar. ¿Que preferimos las playas tranquilas con metros y metros de arenas doradas para nosotros solos? Entonces las playas del suroeste nos encantarán. ¿Que queremos disfrutar de una playa donde siempre brille el sol? Cerdeña no nos defraudará.
Disfrutando del sol en la playaPlaya en día nublado
Hermosa: como sus atardeceres
Y hablando de playas, para un fotógrafo de viajes como yo eso sólo puede significar una cosa: bonitas fotos de atardeceres. Cerdeña me sorprendió gratamente en este sentido, pues me esperaba que los atardeceres fueran bonitos, pero no tanto. Entre la combinación de un gran paisaje, un clima de fábula y una preciosa luna llena que apareció algunos días, en Cerdeña he visto algunos de los mejores atardeceres.
Imprescindibles lugares como Capo Testa o Capo Caccia para disfrutar del ocaso.
Sobre el amanecer poco puedo decir, ya que sólo lo vi el último día desde el aeropuerto.
Viendo atardecer en Capo TestaAtardecer cerca de Olbia
Monumental y museística
Cerdeña es una isla donde predominan los grandes paisajes y las zonas muy despobladas, pero también podemos encontrar ciudades monumentales con importantes cascos históricos, como la ya mencionada Alghero. Pero la que más me sorprendió en este sentido fue la capital, Cagliari, cuyo centro es todo un entramado de callejuelas medievales perfectamente protegido por su estratégica posición, en lo alto de la colina.
Lugares como el Bastión de Saint Remy y de Santa Caterina, la catedral o la torre de San Pancracio son visitas imprescindibles en Cagliari.
Pero tampoco tenemos que olvidarnos de sus importantes museos, como son el de historia, pintura y etnografía, todos ellos dentro de la ciudadela de los Museos, y de dar un paseo por su parte más moderna, en Via Roma.
Panorámica de Cagliari, capital de CerdeñaCatedral de Cagliari
Rural: con pintorescos pueblos
La gran extensión de Cerdeña y su escasa población propicia que haya gran cantidad de pueblos pintorescos en esta isla mediterránea, de gran tradición rural. Algunos de los que más me gustaron de los pocos que visité fueron:
Pula, la pintoresca villa muy cuidada al sur de la isla.
Bosa, un pueblo de postal cuyo castillo domina las alturas y está bañado por un río (dicen que es uno de los 100 pueblos más bonitos de Italia).
El pequeño Monteleone Rocca Doria, encaramado en lo alto de la montaña del mismo nombre, y donde hacen cosas tan curiosas como el pan ornamental, que usan para decorar la ropa.
En Cerdeña hay playas y pueblos para todos los gustos.
Tresnuraghes y costa de CerdeñaBossa con su río y castillo
Natural: con su exuberancia
Valoro mucho los lugares naturales, y en este sentido Cerdeña tampoco me defraudó. Para ser una isla mediterránea con gran cantidad de turismo de sol y playa, tan sólo hay que alejarse unos pocos kilómetros de las zonas más representativas para encontrarse en auténticos tesoros naturales.
Por ejemplo, la pequeña isla anexa de Sant´Antioco es una delicia para el avistamiento de aves, o el Parque Nacional del Golfo de Orosei, próximo a Nuoro, tiene muy buena pinta para hacer rutas de senderismo que terminan en playas vírgenes.
Su benigno clima hace que hasta en el rincón más insólito, nos encontremos con flamencos y muchas otras aves.
Flamencos en CerdeñaCercanías del Capo Caccia
Cabezuda, hasta en su bandera
Y para terminar este particular repaso a lo que me transmitió Cerdeña, no podía faltar su bandera, una de las más curiosas de cuantas he visto y creo que de las pocas en el mundo con varias cabezas como emblema.
Desgraciadamente estas cuatro cabezas con la cinta blanca en la frente representan el como trataban a los moros en la época de la corona de Aragón (si te fijas en el actual escudo de esta provincia española verás que sigue manteniendo las cuatro cabezas de moros junto a la cruz roja de San Jorge), cortándosela del cuerpo.
Por otro lado, está la versión nacionalista sarda, en la que las cuatro cabezas aparecen con los ojos tapados, girados hacia el otro lado y besando al aire, como si fuera una señal de “haz el amor y no la guerra”.
Bandera de CerdeñaBandera independentista
Sea como sea, Cerdeña es un gran destino para descubrir en Italia y en el Mediterráneo, pues tiene muchos sitios muy bonitos para visitar, es muy agradecida con el visitante (¡aquí paran en los pasos de peatones!), y en ella puedes disfrutar del auténtico sabor mediterráneo de cómo disfrutar de la vida.
Monza es más que otra bonita ciudad italiana con una catedral repleta de pinturas, que otra parada en el camino en el que disfrutar de un buen plato de pasta, que un circuito de Fórmula 1, aunque no lo parezca si la visitas el mismo fin de semana que este gran espectáculo automovilístico.
Pit Stop de Ferrari
En caso de tener esta suerte, verás Monza vestida de rojo y agraciada con la visita de algunas de las más bellas italianas. No serán las más rápidas ni las mejores, pero es incuestionable que son las más hermosas, y por supuesto, las más auténticas, atendiendo tan sólo a un objetivo: el placer de conducir.
Durante este fin de semana el ambiente festivo en Monza es máximo, pues no hay nada que guste más a los italianos que una buena carrera de coches. Tengo que comprobar el calendario, pero creo que el fin de semana de Fórmula 1 es San Ferrari en esta pequeña ciudad.
Alfa Romeo SpiderPlaza Roma durante un día de carreras
No en vano hay carreras de triciclos en la Piazza Trento (rojos, por supuesto), exposiciones relacionadas con el automovilismo, como la de este 2016 en el Palazzo dell´Arengario sobre las últimas horas de Ayrton Senna antes del fatídico accidente en Ímola, experiencias únicas como la de vivir un Pit-Stop o probar el auténtico simulador de Ferrari, así como muchas otras.
Son días de fiesta, son días de alegría.
Y volviendo al argumento inicial, Monza es mucho más que su circuito y este loco fin de semana de carreras.
Catedral de MonzaAlmenas de la catedral de Monza
Tan sólo hay que acercarse a la Piazza Duomo para admirar una de sus grandes obras de arte, la imprescindible Catedral. Pero esta de Monza no es otra catedral más donde marearse con la profusión de frescos y los altos techos, ya que cuenta con una joya muy bien custodiada: la corona de Teodolinda, reina de los Lombardos.
Esta corona reposa en la capilla de Teodolinda, cuyos muros nos cuentan con gran detalle la vida de esta reina. Tanto, que incluso se ve el confeti usado durante su boda en el siglo XV. Eso sí, es imposible encontrar a nadie sonriendo en ninguno de los frescos, no sea que vayan a parecer de un estatus social inferior, ni hacer fotos en este lugar.
Interior de la Catedral de Monza5 ruedas
A parte de esta capilla, la catedral tiene más curiosidades, como la situación descentrada del rosetón (sólo Dios es perfecto), aunque por fuera sí esté centrado; un interesante museo con piezas históricas, y un claustro muy coqueto.
Tras la primera visita básica de Monza, empieza la mejor parte, la de callejear sin rumbo por sus pintorescas calles y avenidas.
Por el camino, encontraremos lugares únicos como el Museo más pequeño del mundo (justo delante de la Catedral), el ya mencionado Palazzo Dell´Arengario en la plaza Roma, la gran plaza Trento, y la rivera del río Lambro, donde encontrarnos con una zona menos palaciega.
Via Carlo AlbertoMesa diseñada por RIVA
Siguiendo la Via Carlo Alberto, principal calle de tiendas y de exhibición de los monzesi, llegamos al gran Parco di Monza. Tan grande es, que en su interior se encuentra el famoso circuito y uno de mis lugares favoritos de Monza, la Villa Real. Visitarlo es más que recomendable, como explico en este artículo.
Una vez disfrutada de la ciudad y de sus terrazas, podemos acercarnos hasta un estudio de diseño de esos que sólo son posibles en Milán y sus alrededores, como por ejemplo el de RIVA 1920, especializada en fabricar muebles de gran calidad con madera de Kauri, uno de los árboles con mayor diámetro del mundo y que está prohibido talar, por lo que en RIVA sólo trabajan con ramas o árboles caídos. Basta acariciar uno de estos muebles para sentir el mimo con el que se ha hecho.
Mesa diseñada por RIVAParque de Ferrari
Mimo que también se palpa en la propia Monza, una de esas agradables ciudades que estando fuera del circuito turístico, es capaz de mostrar al viajero curioso lo mejor de Lombardía y de Italia.
Guía práctica para visitar Monza:
Dónde comer:
Restaurante Turné. Alegre restaurante con cafetería donde degustar platos locales.
Este artículo es resultado de la campaña #inLombardia365, creada y dirigida por iambassador en colaboración con la oficina de turismo de Lombardía. Como siempre, machbel tiene el absoluto control sobre el contenido publicado.
Imagínate que viajas una semana a Italia para caminar, y para más inri, para recorrer un camino religioso plagado de monasterios, ¡qué desperdicio!, dirán algunos. Pues yo, que ni soy caminante ni religioso, disfruté siguiendo el camino de San Francisco de Asís como si esta fuera mi primera peregrinación (que lo era). Y es que el mejor ritmo para conocer el corazón de Italia, hasta llegar a Roma, igual es el marcado por nuestros pies.
Paisaje de Umbría durante el camino de San Francisco
Pero antes de adelantar acontecimientos, empezaré por el principio, como se merecen las buenas historias:
El sol apenas acariciaba los cercanos campos de la Toscana y las lejanas colinas de Umbría. Mientras, la docena de periodistas y bloggers que componía nuestro grupo, escuchábamos la bendición del padre franciscano en el recóndito monasterio de La Verna.
Troll del camino
La Verna y el inicio del camino
La mayoría tan sólo la escuchábamos, pues al no ser creyentes católicos no nos sabíamos las palabras a recitar. Únicamente tres italianos del grupo, entre ellos nuestro guía, seguían la oración con solemnidad. Al terminar, el humilde monje franciscano nos bendijo a todos, ante la pequeña aventura que íbamos a comenzar, con un sincero “buono camino”, las mismas palabras de ánimo que en el Camino de Santiago.
Desde La Verna hasta Assisi (Asís) nos separaban unos 180km, en los que el camino de San Francisco nos llevaría en orden inverso por algunos de los lugares más importantes en la vida de San Francisco de Asís que, como su nombre indica, nació en nuestro primer destino. Pero nuestro camino terminaría un poco más lejos: en la caótica Roma.
Otra vez me vuelvo a adelantar en nuestra historia, y es que todavía no he contado por qué es importante este rincón de la Toscana en nuestro camino y ya estoy hablando del final.
Antes de la construcción del Santuario de La Verna, nuestro santo protagonista, de avanzada edad para la época, vino hasta el monte homónimo para meditar (se encontraba en un momento de depresión) y, atraído por la enorme belleza del lugar, se quedó durante mes y medio en este paraje hasta que un buen día le aparecieron estigmas. Tan humilde era, que hacía todo lo posible para ocultar estas heridas (guardando sus manos en las mangas del hábito, por ejemplo), pues no se sentía digno de ellas, como muchos otros santos a lo largo de la historia.
Padre franciscano ante el Santuario de La Verna
Nuestra primera etapa comenzaba atravesando el bosque a paso cauto. Algunos teníamos poca confianza en nuestras fuerzas ante una ruta tan larga y preferíamos ir poco a poco, paso a paso. La primera gran ascensión a un monte cercano la superamos con buen humor y en la primera parada para picar algo ya compartíamos galletas (de comer) entre nosotros. Es curioso lo rápido que la gente se conoce cuando quiere comunicarse, sobre todo con nuestro pintoresco grupo, con personas de Alemania, Países Bajos, China, Australia, Sudáfrica, España (sólo yo) e Italia. Empezamos hablando en inglés, pero al final ya se podía oír italiano y español a partes iguales.
Súbitamente, habíamos llegado al lugar de comer, una hora antes de lo previsto. Nuestro ritmo conservador parece que no lo fue tanto, y de buen grado disfrutamos de los embutidos toscanos, aunque no de la misma manera de su horrible pan. Menos mal que esto es Italia y siempre hay buen vino para arreglar los problemas.
El resto de la jornada hicimos un poco de turisteo por Pieve Santo Stefano, para terminar el día en el punto de salida de nuestro siguiente tramo: Gubbio. Por arte de magia, nos saltamos cuatro etapas del camino de San Francisco, y es que teníamos tan sólo tres días para recorrer sus 180 kilómetros, así que tocaba hacer un poco de trampa y recorrer algunos tramos en autobús. No es lo más recomendable, pero es mejor que no conocer absolutamente nada del camino de San Francisco.
Interior del Santuario de La VernaCamino de San Francisco por UmbríaMapa del camino a seguir
Gubbio con sus locos y sus lobos
Gubbio podría decir que, por ahora, es mi ciudad favorita de Italia. Aquí me declararon oficialmente como loco y celebran sus fiestas con una frenética carrera cargando con los santos por sus calles en una especie de competición, en la que es imposible adelantarse. I Ceri, se llama. No se sabe de dónde viene esta costumbre, pues la fiesta en su origen era una procesión normal y corriente, pero debieron de aburrirse y echaron a correr. Muy locos están en Gubbio.
Por aquí pasó nuestro San Francisco, protagonizando una de las leyendas más bonitas sobre su vida: la del lobo de Gubbio. Cuenta la historia que un feroz lobo tenía asustaba a la población de mi ciudad favorita. Tanto, que ni siquiera se atrevían a salir de ella, por muy locos que estuvieran. San Francisco, con tal de ayudar a sus congéneres, salió motu proprio a solucionar el entuerto y, a su encuentro, el feroz lobo se mostró manso cual cachorrillo. El santo lo condujo a la ciudad, donde sus ciudadanos se comprometieron a sustentarlo a cambio de que dejase de de lado su sangriento instinto, y así todos vivieron felices y comieron perdices (el lobo murió apenas dos años después, de vejez, y está enterrado en la capilla de San Francisco).
Esta historia y la fuerte devoción hacia los animales de San Francisco, son el motivo de que sea considerado el patrono de los veterinarios y de todos los que se esfuerzan por conservar la naturaleza y el medio ambiente.
Cada vez me iba cayendo mejor este San Francisco. Debió de ser todo un personaje en su época.
Palacio del Cónsul de GubbioComida típica de peregrino en la Toscana y UmbríaAtardecer sobre Gubbio desde el Palacio del Cónsul
Valfabbrica y la calidez medieval
Como pequeños hobbits, continuábamos nuestro camino por los senderos y bosques de Umbría sin parar de hablar de periodismo, religión, fotografía, del camino, o simplemente de la vida. Tan sólo nos callábamos cuando nos tocaba picotear algo de comer.
Pasito a pasito, cada vez estábamos más cerca de Asís, aunque aún teníamos una gran parada por delante, Valfabbrica. Antes de llegar, y durante unos pocos kilómetros, se nos juntaron unos nuevos compañeros de viaje que enriquecieron nuestro camino. Los niños, con sus juegos y dibujos, y los mayores, con sus bromas y explicaciones, nos transmitieron la calidez mediterránea hacia el forastero al instante, además de contarnos esos detalles que hacen que vayas entendiendo el lugar que visitas más allá de verlo con tus propios ojos.
En Valfabbrica igual no tienen la fama de locos de Gubbio, pero tampoco lo hacen nada mal, pues en sus fiestas activan la máquina del tiempo y se trasladan directamente a la fantasiosa Edad Media de los cuentos, celebrando durante un fin de semana toda clase de torneos, exhibiciones y actividades en el Palio di Valfabbrica.
Durante este camino de San Francisco estábamos conociendo muchas más fiestas que iglesias y monasterios, así como grandes personajes del camino, como la Mamma dei Peregrini de Valfabbrica.
Recreación de la fiesta medieval de ValfabbricaLa Mamma dei Peregrini de ValfabbricaEspectadores del programa de televisión en el que compiten vecinos de ValfabbricaCowboy paseando por Valfabbrica
Asís, el origen y el final están a mitad de camino
Casi sin quererlo, nuestro pintoresco grupo afrontaba ya los últimos kilómetros hacia la tan mentada Asís, lugar de peregrinación tanto de creyentes, como de curiosos como nosotros.
Tras unos campos con viñas y olivos, vimos la gran Basílica de San Francisco de Asís recortándose contra el claro cielo. Se sentía cerca, pero antes de perdernos por sus calles, hicimos una parada en Il Monasterio di Santa Croce e l´Ospedale, a los pies del Bosco di San Francesco, para admirar el gran trabajo de restauración a cargo de FAI (una ONG italiana encargada de restaurar elementos patrimoniales de los que no hace caso el gobierno), y darnos un pequeño homenaje gastronómico con viandas de Umbría.
Asís es todo un espectáculo. Además de la imponente Basílica de San Francisco y su preciosa cripta, hay muchos otros lugares a visitar, como el castillo de Rocca Maggiore (en el que, por supuesto, hacen una fiesta de recreación medieval, así como un festival de música medieval de gran prestigio); el precioso centro histórico del pueblo, afectado hace años por un terremoto pero ya totalmente recuperado, donde hay lugares únicos como el templo romano reconvertido en inglesia, o la consabida catedral; y la ermita de las Cárceles (Eremo delle Carceri), situada en un bonito rincón en las faldas del monte Subasio, y a donde nuestro santo favorito también se retiró a meditar. Tenía buen gusto San Francisco para los lugares de retiro.
En Asís tuvimos la suerte de conocer a un simpático monje franciscano (dicen que en Italia todos los franciscanos lo son), que nos contó que la característica más importante de la orden es el voto de pobreza, por lo que los monjes no tienen ninguna posesión material. Algo que parece muy sencillo de entender, excepto para el funcionario de aduanas norteamericano que le solicitó la tarjeta de crédito y otras pruebas que demostrasen que no era un inmigrante ilegal cuando el monje acudió a Estados Unidos para estudiar en una universidad.
Burocracia aparte, y con muchas más anécdotas en nuestra memoria, desde Asís continuamos caminando hasta donde llevan todos los caminos: Roma.
Llegada a AsísAltar en la ermita de las CárcelesBasílica de San Francisco en AsísMonje paseando por el monasterio de AsísIl Monasterio di Santa Croce e l´Ospedale en Asís
Spello, de flores y hierbas espontáneas
Apenas 15 kilómetros y unos cuantos pasos separan Asís del pintoresco pueblo de Spello, pero parece un mundo cuando, recorriendo sus calles, vemos que es incluso más bonito que Asís pero casi no hay turistas por aquí. Ventajas de viajar despacio por lugares poco masificados.
Más allá de la muralla de Spello, o de la típica iglesia italiana decorada con frescos de una belleza inigualable, lo que más me atrajo de este pueblo fueron sus plantas.
Por un lado, la fiesta principal de Spello, la Infiorata, consiste en crear coloridos tapices de pétalos que tan sólo duran unas horas, pero que rememoran durante todo el año. Durante unos minutos pude comprobar lo minucioso de este trabajo efímero, y lo bonito que es el resultado.
Por otro lado, me sorprendió que un pueblo tan pequeño pueda tener un instituto de hierbas espontáneas, dedicado al estudio y catalogación de las plantas silvestres que pueden tener usos medicinales y, siguiendo la idea de su fundación, gastronómicos.
El camino hasta Roma atravesando Umbría estaba lleno de sorpresas, y todavía nos quedaban unas cuantas por descubrir.
Ejemplo de la Infiorate de SpelloMuralla y torre de SpelloCredencial del peregrinoAtardecer en Spello
Greccio, de nacimientos y belenes
De nuevo, el autobús nos sirvió para teletransportarnos más adelante en nuestro camino, dejándonos a pocos kilómetros de la última frontera entre regiones. Apenas una hora después nos despedíamos de Umbría para entrar a través de las montañas en Lazio, dándonos la bienvenida el santuario, primero, y el pueblo, después, de Greccio.
Greccio es otro coqueto pueblo italiano perteneciente al exclusivo club de los pueblos más bonitos de Italia. San Francisco lo hizo único, sin saberlo, durante una fría Nochebuena, al representar por primera vez un pesebre viviente, con su mula y su buey, en el santuario.
Desde aquel lejano año de 1223, se ha conservado la tradición de representar el nacimiento de Jesús, pudiendo encontrarlo en las paredes de muchos de los edificios o en el extenso museo repleto de belenes de lo más variopintos.
Pero, sin duda, el lugar más especial de Greccio es el Santuario della Valle Santa, en el que podemos visitar la celda en la que estuvo San Francisco hasta la pascua del año siguiente. Una minúscula habitación que inimaginable en el peor de los hoteles.
Paisaje de UmbríaPlaza mayor de GreccioCelda de San Francisco en el Santuario della Valle Santa de GreccioBelén clásico de Greccio
Stroncone, historia musical en libros
El camino estaba llegando a su fin. Los, apenas unos días antes, desconocidos compañeros de ruta, ya éramos un gran grupo de amigos disfrutando de las cosas más sencillas: caminar por la naturaleza, sentir el sol sobre nuestras caras, una buena conversación mezclando idiomas, beber copa de vino al final de la jornada…
Roma ya se presentía cerca, con todo su jaleo, mas aún nos quedaba una última parada: el pequeño pueblo de Stroncone. Aunque no tenga nada que ver con la historia de San Francisco (que yo sepa), es imposible resistirse a un pintoresco pueblo medieval italiano, donde, por supuesto, la fiesta grande consiste en hacer recreaciones renacentistas.
Algo que parece muy sencillo, sobre todo cuando visitas el ayuntamiento y te muestran la antigua máquina para votaciones (una simple caja en la que los votantes depositaban bolas en la opción deseada), y los grandes libros de cánticos gregorianos del siglo XIV, con tan sólo 4 líneas en vez de pentagramas. A veces, uno tiene la sensación de que Italia es un museo inmenso.
Recreación de lavanderas en StronconeCalle de StronconeEspectáculo medieval en el castillo de Asís
Roma, el caos
Ahora sí. Tras cinco días caminando por algunos de los lugares más bonitos del centro de la Toscana y de Umbría, llegábamos a la ciudad eterna, al final de todos los caminos, a Roma.
En nuestra peculiar peregrinación de los caminos de San Francisco nos uníamos a otros cuatro grupos de peregrinos, sumando más de 70 almas, para entrar todos juntos en Roma siguiendo la Vía Francigena.
La reconfortante soledad y camaradería de los días anteriores transitando por sencillos caminos daba paso a una especie de romería decorada por los bloques de apartamentos de los suburbios de Roma. Supongo que este es el tipo de conmoción que sufre alguien acostumbrado a la buena vida y se ve forzado a sumergirse en el caos.
Con la romería llegamos al Monte Mario, el parque con una de las mejores vistas que se pueden tener del norte de Roma, con el Coliseo y el Vaticano erigiéndose imponentes. Es curioso ver cómo el voto de pobreza va diluyéndose según te acercas al Vaticano.
Al día siguiente, miércoles, acudimos a la audiencia pública que el Papa realiza en la plaza de San Pedro. Un multitudinario acto curioso de ver durante un rato (se extiende durante unas 3 horas), sobre todo por la variopinta gente que acude a él.
Vista de Roma desde el Monte Mario
Esa mañana tuve la suerte de reencontrarme con una de las personas más auténticas que conocí durante el camino: el humilde peregrino. Lo vi por primera vez a la puerta de la basílica de Asís, donde estaba descalzo con su austera túnica y robusto cayado. Era la imagen perfecta de un peregrino clásico, así que no dudé en acercarme y preguntarle si podía hacerle una fotografía para el recuerdo. Sinceramente rehusó que le hiciera la fotografía, porque entonces le estaría considerando una persona importante, y en su opinión no lo era.
Eso sí, no tuvo problema en dedicarme unos minutos para contarme su historia y por qué estaba allí.
Por casualidad, me lo volví a encontrar en la plaza de San Pedro del Vaticano, arrodillado, sumido en sus plegarias, luciendo unos pies negrísimos. Me acerqué a él para saludarle, y con alegría me estrechó la mano y me felicitó por estar allí. Según me contó, todos los miércoles acude a Roma desde Asís en tren para presenciar la audiencia del Papa, y así coger fuerzas para seguir las ideas que San Francisco estableció siglos antes.
Auciendia pública del PapaPeregrino humilde en San Pedro del Vaticano
Conclusiones
La Vía de San Francisco ha sido la primera ruta de peregrinación que he hecho en mi vida, y sospecho que no será la última. Dejando a un lado la parte religiosa, que a mí no me interesa más allá de su faceta histórica y de leyenda, me parece muy enriquecedor conocer un lugar siguiendo a pie una ruta de varios días, y más si tiene los paisajes y el legado cultural de la Toscana y de Umbría.
Lo que más me gustó de la Via de San Francisco fue el equilibrio entre sencillez y disfrute que rodea todo el camino, pues sin ningún lujo, llegas a gozar plenamente del viaje, sin falta de nada más que un poco de comida, un techo y una buena compañía.
La historia religiosa es la excusa que necesitan algunos para hacer la ruta, pero no hace falta complicarse tanto. Con tener ganas de vivir un poquito ya encontrarás la manera de hacerla y de conocer la amable Italia.
Información práctica para revivir el camino de San Francisco:
El camino clásico de San Francisco es entre Dovadola y Asís, más de 300 kilómetros que se pueden hacer en 12 o 13 días. La versión corta es entre La Verna y Asís, de 180 kilómetros. El camino está totalmente señalizado por el símbolo de tau, y hay varias guías en papel con todas las etapas bien especificadas. En todos los pueblos importantes hay albergues para peregrinos, así como buenos hoteles y restaurantes. En su mayor parte la Vía de San Francisco discurre alejada de las carreteras, por lo que el tráfico rodado no es molestia.
Planear una visita a una ciudad desconocida no es tarea fácil en lo que respecta al tiempo que dedicar a cada actividad, por mucho que Internet nos lo haya puesto mucho más fácil. Cada persona es un mundo, tiene sus preferencias y manías. A veces se acierta, otras no. Lo bueno de las segundas, es que siempre queda la posibilidad de volver a visitar de nuevo esa ciudad que hemos dejado “a medias” por falta de tiempo. Algo así me sucedió en Ferrara.
Plaza de la Catedral de Ferrara
La visita estaba planeada para un día, aproximadamente, y aunque lo exprimimos al máximo, hay cosas que tendré que descubrir en viajes posteriores. Por ahora, se agradece haber podido disfrutar de una ciudad que, por muy pequeña que sea, guarda mucha Historia en su interior.
El primer contacto con Ferrara fue a la salida de la estación de tren, situada en la zona moderna de la ciudad, la cual no me causó gran impresión. Era como cualquier ciudad pequeña, con espacios verdes, sus edificios y comercios, sus calles anchas y asfaltadas…
Normal.
A lo largo del camino de unos 15 minutos hacia el casco viejo, no hubo grandes cambios. Algunos edificios comenzaban a ser de piedra, pero poco más.
De repente, a mano derecha, se alzaba el imponente Castillo Estense, digno de un cuento de aventuras, con su foso lleno de agua, sus torres y cañones, sus puentes levadizos y sus mazmorras. Solo le faltaba el dragón. Había sido construido hacia finales de la Edad Media, y ahí continuaba, sorprendiendo a los que pasamos por delante de sus murallas.
Detalle del Castillo EstensePatio de los naranjos del Castillo Estense
En el interior, a lo largo de una exposición que contaba la historia del castillo y de la familia Este, la más poderosa asociada a Ferrara, se habían colocado espejos estratégicamente para no perder detalle de los frescos en techos y paredes. Además, los vigilantes eran un plus que todo turista aprovechaba. Muchos se divertían charlando con los visitantes, explicándoles anécdotas que no aparecían en los expositores y haciendo malabares entre el inglés y el italiano, principalmente (aunque alguno se atrevió un poco con el español).
Pero lo más entretenido se ocultaba en los calabozos.
Pequeñas celdas bajas y estrechas, o amplias y de techos altos; todas ellas con dos denominadores comunes: puertas macizas y gruesas, de hierro, que aún hoy podrían dejar a gente encerrada; y frases escritas de las maneras más ingeniosas en las paredes por los presos a lo largo de los siglos y legibles actualmente sin mayor dificultad… Y hay que admitir que, echándole un poquito de imaginación (no hacía falta mucha), la escena resultaba inquietante.
Las puertas del castillo apuntan en dos sentidos opuestos:
-A la zona Sur, hacia el centro del casco viejo, donde se puede visitar la catedral, con pequeñas construcciones medievales adosadas que se usan como tiendas; las plazas y callejuelas empedradas; estatuas como la de Girolamo Savonarola (de aspecto algo tétrico y amenazador, casi se le oía predecir algún que otro apocalipsis); y al final, la gran muralla de Ferrara.
-Y a la zona Norte, cuya construcción Ercole I d’Este promovió, dándole el nombre de Addizione Erculea (una reestructuración urbana de acuerdo con las necesidades de la nueva era renacentista, en la que primaron las calles espaciosas y rectas para facilitar transporte, comercio, movilidad de tropas y lo que fuera necesario). En ella, el Palazzo dei Diamanti (Palacio de los Diamantes) llamaba desde lejos la atención por su curiosa fachada geométrica. Pasando al interior, coincidió una exposición sobre el poema épico de Ludovico Ariosto titulado Orlando Furioso, muestra llena de todo tipo de objetos relacionados con la época en la que fue escrito, así como con la aventura en sí, separando historia, ficción y mito. Y al final, otra vez la gran muralla que rodea a Ferrara.
Pasadizos de las cárceles del castilloGrafitis y pintadas en el interior de la cárcel del castilloHabitación del Castillo Estense
Era imposible irse de la ciudad sin haber recorrido su muralla, que sobrevive casi en su totalidad. Un paseo al atardecer ponía un magnífico broche final a la visita, entre árboles y construcciones de más de 500 años de antigüedad. La gente alrededor, de todas las edades, disfrutaba de las vistas de la ciudad medieval desde lo alto de los muros centenarios.
Para tratarse de una ciudad pequeña, de no más de 140.000 habitantes, había mucho que ver y gran variedad de opciones para elegir. No parecía haber gran afluencia de turistas, pero se notaba el dinamismo de los residentes. Los museos no estaban atestados, aunque la afluencia era continua y resultaba difícil quedarse solo en una sala.
En el exterior, quizá lo más incómodo era tener que estar continuamente controlando las bicis que pasaban, pues casi todo el mundo en Ferrara utiliza ese medio de transporte. Resultaba curioso, por ejemplo, observar gente mayor (rondando los 70 años) llevando la compra (o a la/s mascota/s) en la cesta de la bicicleta, abriéndose paso a golpe de timbre entre los viandantes y frenando para charlar con algún vecino de camino a casa. Más aún cuando uno se percata de que el suelo es empedrado “nivel experto”.
Teatro Comunale de FerraraVia Giuseppe Mazzini de nocheCallejuela del barrio judío de Ferrara
Hubo algún tropiezo que otro por culpa del suelo irregular, la ausencia de carriles para bicicletas o la costumbre de los jóvenes de atravesar zonas peatonales no muy anchas y bastante abarrotadas a demasiada velocidad. Incluso empezamos a ver los rotos de los vaqueros como producto de las caídas, más que de la moda.
De cualquier manera, la experiencia mereció y merece la pena. Definitivamente, Ferrara es mucho más que una visita de un día, sobre todo si superas el reto del paseo en bici de calle (ruedas finas, que si no, no vale) por sus avenidas y callejuelas empedradas.
Catedral y edificios de FerraraPaseo al lado de la muralla de Ferrara
Guía práctica para visitar Ferrara:
Dónde dormir
Hotel de Prati 3*. Sencillo y muy agradable hotel en el centro. Muy recomendable.
Cómo llegar en transporte público:
Desde Bolonia hay trenes durante todo el día. Entre 30 minutos y 1 hora de trayecto según tren.
Desde Módena en tren, pasando por Bolonia, entre 1 hora y 1 hora y media.
Desde Mantua (1,5-2,5h), Verona (1,5-2h) y Padua (1-1,5h).
Granada es una de las ciudades más bonitas de Andalucía, en dura pugna con Córdoba (mi favorita) o Sevilla. Aunque es una ciudad pequeña, son tantos sus encantos que necesitaremos 3 días para ver toda Granada, más allá de solo visitar la Alhambra. En esta guía te muestro los lugares más bonitos y atractivos que ver en Granada.
Vista de la Alhambra desde el Sacromonte
El encanto de Granada se aprecia nada más poner un pie en ella, y aunque su mayor atracción es la Alhambra, un lugar asombroso que por lo menos hay que visitar una vez en la vida, hay muchos otros lugares donde disfrutar del espíritu granadino.
Los 9 sitios imprescindibles que ver en Granada
El Albaicín
Este es el barrio antiguo de Granada, todo pintado de blanco y repleto de cuestas y escaleras. Caminar por las callejuelas del Albaicín es como perderse por un pequeño pueblo de la serranía andaluza, pero no, sigues en la ciudad.
La manera más bonita de adentrarse en el Albaicín es empezando a caminar desde la Plaza Nueva en dirección a la Carrera del Darro y el paseo de los Tristes. Las vistas que hay a la Alhambra son de las más bonitas de Granada.
Una vez en el paseo de los Tristes, mi recomendación es que te pierdas por las escalinatas, llegando a lugares tan románticos como el Café en el Carmen Victoria (Cuesta del Chapiz 9), o el Mirador de San Nicolás, sin perderte rincones como la calle del Beso.
Paseo de los tristesPareja en una calle de GranadaAdentrándose en el Albaicín
Mirador de San Nicolás (atardecer)
Si quieres disfrutar de unas vistas de infarto al atardecer, este es el lugar indicado para despedir al sol mientras admiramos la Alhambra justo delante nuestra. El mirador siempre está lleno de gente, así que mejor vas con una media hora de antelación sobre el atardecer para coger sitio en la barandilla, y así hacerte unos selfies que serán la envidia de tus amigos.
Otra opción es ir al amanecer, donde estarás solo, y seguro que las fotografías que logras hacer son espectaculares.
Barrio del Sacromonte
Este es el barrio más tradicional de la ciudad, situado sobre la colina de Valparaíso. Para llegar a él, tan solo tienes que ir hacia el este desde el Albaicín. Esta es la zona de los tablaos flamencos y las casas de gitanos en las cuevas, por lo que el embrujo que rodea a toda este barrio es máximo. Si quieres ver un auténtico tablao flamenco al estilo granadino, este es tu lugar.
Te recomiendo que subas hasta la Abadía del Sacromonte para disfrutar con las vistas y, si quieres vivir la experiencia de pasar la noche en una cueva, puedes probar con La Canastera o las cuevas del Tío Tobas.
Bailador a la entrada del SacromonteBarrio del Albaicín y del Sacromonte de noche
Teterías árabes
Uno de los lugares que más me gustan de Granada es la calle de las teterías, un auténtico zoco árabe que te transporta directamente a Marruecos o Estambul. Es solo una pequeña calle, la de Calderería Nueva, a la que es muy recomendable ir después de una buena cena a base de tapas. Rematar el día con un té árabe rodeado de tanto color, es un planazo.
Tienda de lámparas en el zoco árabe
Ruta de tapas por el centro de Granada
Culpa mia que te digo antes el plan de después de cenar que la cena en sí misma. Una de las cosas más típicas de Granada es comer de tapas, pues en muchos bares, con la consumición, te ponen una gran tapa con la que casi cenas. Más o menos, con unas 3 o 4 tapas granadinas ya vas bien servido.
De entre todos los bares, busca siempre los que estén llenos de gente local, sin aspecto para guiris (por ejemplo, sin tener la carta en inglés), ya que son los que mejor te darán de comer.
Entre mis recomendaciones, están los siguientes bares:
Bar Los Pescadores. Calle del Doctor Pareja Yébenes
Granada también tiene un bonito centro histórico, sin tanto encanto como el Albaicín, que es algo único, pero con unos cuantos monumentos y plazas que bien merecen pasarse medio día paseando por ellas. Destaca la magestuosa Catedral, encajonada entre los edificios, y rincones como el Jardín Botánico de la Universidad de Granada o la plaza de la Trinidad.
El zoco de la Alcaicería es otro lugar por el que dar una vuelta, curioseando entre las pequeñas tiendas que tienen de todo lo imaginable.
Mención especial merece el centro Federico García Lorca, así como otros museos que podemos encontrar en el centro histórico.
Catedral y centro de GranadaCalle del centro de Granada con la catedralDetalle de una tienda
La Casa del Chapiz
Entre los lugares menos conocidos de Granada, hay uno que es muy recomendable ver y que la mayoría pasamos de largo. Se trata de esta preciosa casa morisca, actual Escuela de Estudios Árabes de Granada, y que nos ofrece unas fantásticas vistas a la Alhambra. Para llegar a ella tenemos que ir a la Cuesta del Chapiz, y en el número 22, encontraremos la entrada. Que la simple puerta no nos engañe, el interior nos va a encantarn.
Hamman Al Ándalus
Más que visitar monumentos y callejar hasta perdernos, conocer una ciudad implica vivir experiencias que recordaremos con mucho cariño. Una de las mejores experiencias que podemos vivir en Granada es bañarnos en un auténtico Hamman Árabe, como el que encontraremos en la calle Santa Ana 16.
Durante dos horas disfrutaremos de las aguas y de la paz de estas piscinas árabes, con una decoración que nos transportará a las mil y una noches. Además, podemos recibir un masaje, para salir totalmente relajados y con las pilas bien cargadas. De eso se trata ir de vacaciones, ¿no?
Y, por supuesto, no podíamos irnos de Granada sin visitar la Alhambra, el antiguo castillo rojo que sirvió de hogar para el sultán árabe.
La visita a toda la Alhambra, con lugares tan fotogénicos como el patio de los Leones o el patio de los Arrayanes, nos llevará prácticamente todo el día, pues este es un lugar que hay que experimentar con calma.
También podemos visitar la Alhambra de noche, siendo una visita totalmente diferente por el aura mágico que da la iluminación. Si de día ya es bonita, de noche es aún más impresionante la Alhambra.
El acceso a la visita nocturna está muy controlado, por lo que conviene reservar la entrada con mucha antelación en la web de la Alhambra.
En Granada encontraremos hoteles y alojamientos de todo tipo, desde apartamentos hasta casas cueva. Si viajamos en coche, lo mejor es buscar un hotel céntrico con aparcamiento, ya que el aparcamiento es muy escaso.
El Albaicín es un bonito barrio para visitar, pero de noche es muy tranquilo, con apenas lugares para ir a cenar, además de que circular en coche es toda una tortura.
La primavera es la época más especial para visitar cualquier ciudad andaluza, y con Granada no iba a ocurrir algo distinto. Recorrer la ciudad repleta de flores y con la alegría del buen tiempo, aunque sin temperaturas sofocantes, es una de las mejores formas de disfrutar Granada. Posiblemente mayo sea el mejor mes para viajar a Granada, siempre y cuando no quieras ir a la nieve.
Si lo tuyo es la nieve, puedes vivir la experiencia de disfrutar de Granada y de las pistas de Sierra Nevada, situada a apenas media hora en coche. En ese caso, de diciembre a febrero serán tus meses indicados.
Recomiendo evitar meses como julio o agosto, ya que la ciudad se llena de turistas, los precios son más altos, y con tanta gente no se disfruta tanto del ambiente granadino.
Barrio del Sacromonte y Albaicín al anochecer
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